Podría decirse que es uno de los grandes olvidados de la sección de frutas y verduras. Y de forma injusta, porque el rábano sí importa y sí aporta

Aunque suene extraño, hay mucha gente que no le pone cara a un rábano. Nunca se han topado con uno o, simplemente, pasa desapercibido en los supermercados y fruterías. Aunque los meses de mayo, junio y julio son los de temporada para esta hortaliza, se puede encontrar todo el año. Al comprarlo es necesario fijarse en que sea de un color rojo brillante, sin roturas aparentes y que tenga dureza. Los que mantienen las hojas son los que mejor se conservan y los que se vean blandos y amarillentos, conviene desecharlos.

Antes de meternos en cocina, ¿qué propiedades nutricionales aporta el rábano? Principalmente está compuesto de agua, por lo que es muy bajo en calorías. Contiene vitaminas como la C, la B2 o la B6, minerales como potasio, magnesio, calcio, hierro y fósforo y, fibra. Tiene un peculiar sabor: amargo y ligeramente picante que se debe a su composición azufrada lo que incrementa la secreción biliar. Es por ello que el rábano ayuda en los procesos digestivos y también a combatir dolencias hepáticas y nefrológicas. También favorece la salud respiratoria: por un lado, tiene un efecto mucolítico ablandando la mucosidad y promoviendo la expectoración y está indicado para asmáticos, precisamente por esa descongestión que provoca en las vías respiratorias. La única contraindicación que tiene el rábano es que no deben consumirlos en abundancia las personas afectadas de hipotiroidismo.

¿Cómo comerlo o cocinarlo? Generalmente, el rábano se consume en fresco, sobre todo en ensaladas, lo cual no quiere decir que no tenga potencial si se cocina. Salteado, asado, rehogado o incluso encurtido son otras opciones. Para que no tengas que inspirarte, te traemos tres recetas que originalmente no llevan rábano pero en las que se puede incorporar perfectamente, prueba irrefutable de que se adapta a todo tipo de elaboraciones.

Para crudités

Lo que triunfan los untables en un picoteo no está escrito. Ya sea hummus, tzatziki o cualquier otras crema para dipear cada vez es más frecuente utilizar verduras en crudo para acompañar a esas cremosas elaboraciones. Las típicas son zanahoria, pimiento, apio, tomate o pepino, pero, ¿has probado a introducir en tu gama de crudités rabanitos en rodajas? Prueba con este tzatziki de kefir a la hierbabuena y cuéntanos.

Para sopas

Las sopas frías son una gran opción para incluir vegetales en nuestra dieta. Con esta combinación que proponemos hoy de sopa fría de pepino, calabacín y aguacate no solo tendremos un plato refrescante para comer como entrante o cenar ligero sino también muy completo nutricionalmente hablando. ¡Y ojo, que las sopas frías no son solo para el verano sino para todo el año! En vez de añadirle unos picatostes, sustitúyelos por una rodajas de rabanitos que le darán ese toque crujiente.

Para sándwiches

¿Quién ha dicho que los sándwiches son opciones poco saludables y se enmarcar dentro del fast food? Pues es un error pensarlo ya que eligiendo un buen pan y seleccionando un relleno lleno de ingredientes nutritivos nos podemos cuidar estando fuera de casa. ¿Cómo? Pues con un sándwich de verduras asadas -rábanos incluidos- aderezado con un pesto de rúcula y avellanas con el que es fácil perder el sentido.

Más sobre gastronomía saludable en
La Salud Sabe Bien.