Ceuta, Marruecos, mapas, energía y almas hambrientas

Tomás García Morán
Tomás García Morán LEJANO OESTE

OPINIÓN

La desesperación de un niño intentado entrar a España con un flotador de botellas de plástico atado a su cuerpo
La desesperación de un niño intentado entrar a España con un flotador de botellas de plástico atado a su cuerpo JON NAZCA | Reuters

La disputa por el Sáhara Occidental, idéntica a la que se está produciendo entre EE.UU., Rusia y China por Groenlandia en particular y por el Ártico en general, es la disputa por seguir gobernando el mundo

24 may 2021 . Actualizado a las 09:40 h.

Por esa afición que tenemos de pensar que España es un excremento de perro pinchado en un palo, a veces olvidamos que estamos literalmente en el centro del mundo. En general, hay dos maneras de dibujar el planeta en el que vivimos desde hace 300.000 años. En cualquier escuela de Singapur, Tokio o San Francisco, el centro del orbe se dibuja en el Pacífico y sus dos riberas, la costa occidental estadounidense y el este asiático. Pero, salvo que la Ley Celaá lo haya cambiado, nuestro centro del globo es Europa. En concreto España, el Estrecho de Gibraltar, Tarifa y Ceuta

No solo geográfico, también económico. Y desde luego energético, que viene a ser lo mismo. Todo en este mundo son mapas y energía. Mapas geográficos, políticos, económicos, hasta emocionales. Energías generalmente muy sucias. Incluso tras las más limpias hay mugre, muerte y destrucción. ¿Por qué, 46 años después de la Marcha Verde, el Sáhara Occidental ha vuelto a irrumpir de forma abrupta en nuestras vidas? Por lo de siempre. Mapas, fronteras, energías, hidrocarburos, metales raros.

Hacía años que no viajaba a Las Palmas, uno de los mayores puertos de la UE. Cruce de caminos entre América, por eso en alguno de los restaurantes de Vegueta se come la mejor carne argentina, Europa y por supuesto África. Este pasado enero, el puerto canarión, desde el que la Guardia Civil vigila la frontera más al sur de Europa, parecía un puerto catarí o saudí. Decenas de plataformas petrolíferas hacían cola en la bahía artificial que los diques dibujan frente al paseo marítimo. Vienen o van del Mar del Norte, camino de Nigeria, Sierra Leona, Liberia… Y paran unos meses a ser reparadas y actualizadas. El Golfo de Guinea y, si seguimos subiendo hacia el norte por la costa, Senegal, Mauritania y el Sáhara Occidental, son ahora mismo la gran joya de la corona. Petróleo hay en casi todos los lugares de la Tierra. Seguramente también frente a la Torre de Hércules. El quid es lo que cuesta sacar un barril y lo que el mercado está dispuesto a pagar por él. Esa diferencia explica, por ejemplo, la riqueza del Golfo de México en la costa tejana, y las muy escasas reservas en el país que le da nombre, donde Pemex lleva dos décadas buscando infructuosamente lo que llaman «el tesorito». 

Pero la ingeniería avanza y las reservas se van agotando. Y por eso ahora interesa de nuevo el Sáhara. Pero no solo por su potencial petrolero y gasístico. Ni porque tenga la mayor reserva de fosfatos del mundo, esencial para producir fertilizantes, es decir, agricultura, es decir, vida. Ni porque albergue un enorme yacimiento de las denominadas tierras raras, el oro del siglo XXI, claves para el desarrollo de las nuevas tecnologías. 

La disputa por el Sáhara Occidental, idéntica a la que se está produciendo entre EE.UU., Rusia y China por Groenlandia en particular y por el Ártico en general, es la disputa por seguir gobernando el mundo. Tánger- Algeciras. Ceuta-Tetuán. Melilla-Nador. Almería-Orán. Las Palmas-El Aaiún. Estamos en el centro del mundo. Vivimos en una de las fronteras más frágiles del planeta. Y la lucha por la hegemonía no es entre España, Marruecos y Argelia. En este río revuelto quieren pescar los mayores. Washington, Pekín, París, Berlín.

Marruecos y Argelia hacen frontera con el Sahel, las fértiles tierras medias que dibujan la franja que hay entre el desierto del Sáhara al norte y la sabana sudanesa al sur. Una joya natural infestada de terroristas y mafias de todo tipo, los malnacidos que mataron a Beriain, que juegan con las ilusiones de millones de seres humanos. Aquellos que se echan al mar, literalmente, para ver jugar a Messi y Cristiano en vivo, no solo a través del teléfono móvil.

Mientras en las dos riberas atlánticas estábamos entretenidos votando a Trump, Boris, Pablo Iglesias y Bolsonaro, China se ha hecho la dueña de África. Y ahora EE.UU. y la UE reclaman su parte del pastel. Mapas, gas, petróleo. Bases militares. Barcos cargados con miles de contenedores. Pateras atiborradas de almas hambrientas. Y mientras tanto, la miopía tuitera y voxera dedicada a acosar a la pobre Luna Reyes, sin puñetera curiosidad por saber quién era el chico que se abrazaba a ella desesperado.