El banquero italiano dejó esta semana la presidencia del BCE con los deberes cumplidos. Irreverente con los prejuicios axiomáticos, firme ante la furibunda oposición de la ortodoxia alemana, sus decisiones en los peores años de la crisis para salvaguardar la integridad del euro y por extensión del proyecto comunitario resultaron una contribución inestimable. Pero su legado va mucho más allá porque se alinea con una idea crucial para el futuro de Europa: la de la unidad y la integración.
Luis Caramés Viéitez