¿Tenemos abundancia de eucaliptos?, pues aprendamos de Australia

Pablo González
Pablo González REDACCIÓN

ASTURIAS

ABC TV

El país austral tiene una dramática experiencia en megaincendios y creó un «think tank» para investigar fórmulas para combatirlos

05 nov 2017 . Actualizado a las 11:56 h.

Los aborígenes australianos utilizaron el fuego como una herramienta para controlar la inmensa naturaleza del bush, el término con el que los australianos definen sus paisajes más comunes, desde la sabana hasta los bosques más densos de eucaliptos. Incluso este uso del fuego aparentemente anárquico tenía ciertas funciones ecológicas, pues numerosas plantas dependen de él para su reproducción. Pero esta convivencia ancestral con el fuego cambió con la colonización anglosajona.

La prohibición de tradiciones como los fuegos aborígenes en mosaico provocó, según los propios expertos australianos, el crecimiento de una biomasa mucho más peligrosa e inflamable, básicamente incontrolable que, unida al cambio climático y la inflamabilidad de los eucaliptos, desatan desde hace décadas mortíferos incendios conocidos como bushfires, megaincendios que surgen en un contexto muy similar a los que recientemente asolaron el suroccidente de Asturias, el sur de Galicia y el norte de Portugal: altas temperaturas, bajísima humedad ambiental y en el suelo, y fuertes vientos de dirección muy variable, que propagan los incendios vía aérea incrementando la sensación de caos. Y todo ello afectando muy seriamente a poblaciones que viven en la frontera entre lo natural y lo urbano, con una larguísima lista de víctimas que tienen como exponente más dramático el sábado negro del 2009, con 173 muertos.

En paralelo, el Gobierno federal australiano y los Estados -estos últimos con competencias en gestión de incendios como ocurre con las autonomías españolas- han desarrollado una interesantepolítica preventiva en ámbitos muy diversos: la prevención estricta de los incendios, la organización de las evacuaciones, las políticas de autodefensa, la prevención frente a las nubes de humo o el desarrollo de tecnologías antiincendios.

Las quemas de los aborígenes les llevó a la cárcel o a pagar abultadas multas en muchos casos, pues sus prácticas estaban perseguidas penalmente en seis de los siete estados australianos. Para ellos es una herramienta para la caza y para terminar con zonas en las que viven serpientes y otros animales peligrosos dentro de los territorios que están bajo su control. Muchos australianos de origen europeo ven las costumbres aborígenes como una simple piromanía: el uso del fuego es complejo, y más cuando se produce un choque de culturas.

El investigador del CSIC Serafín González recuerda a menudo que el noroeste peninsular es uno de los escasos territorios de Europa en los que el fuego sigue siendo una herramienta agrícola y ganadera de primer orden. También en eso Galicia tiene un remoto parecido con Australia, salvando todas las distancias. Eso y, por supuesto, los eucaliptos, que crecen de forma natural en Australia -aunque también hay plantaciones- y que fueron importados -testimonialmente- al norte de España a mediados del siglo XIX por Fray Rosendo Salvado. La repoblación masiva llegaría bastante más tarde, superada la mitad del siglo XX.

600 especies de eucaliptos

Pero mientras que en el noroeste peninsular se plantan principalmente los tipos nitens y globulus, en Australia hay unas 600 especies de eucaliptos, muchas de ellas amenazadas por aquellas que son más resistentes al fuego y que, al calor de las llamas, invaden zonas que no eran sus ecosistemas habituales. Los expertos australianos estudian también algunas especies de eucaliptos que, por tener una corteza fibrosa, se convierten en verdaderos proyectiles que propagan el fuego impulsados por el viento. Estos expertos admiten que la alta concentración de aceites en las hojas de los eucaliptos influyen en la rápida propagación de los incendios. Pero deben convivir con este factor, pues forma parte de su ecosistema. La lenta degradación de estas hojas en el suelo también funciona como combustible.

En este contexto, Australia creó un grupo multidisciplinar de investigación sobre los incendios -agrupados primero en el Bushfire CRC y en la actualidad en una organización que abarca más desastres naturales-, en un país donde se producen muchos fuegos por causas naturales, especialmente por rayos (26 %), un porcentaje muy similar a los causados por incendiarios dolosos (25 %). De esta institución salieron numerosas ideas para la extinción, la prevención, la predicción o las medidas de protección civil y autodefensa en enclaves aislados. El voluntariado tiene un papel crucial en la extinción y, tras un incendio, es habitual que se organicen colectas espontáneas para ayudar a las víctimas.

Se investigan las causas de todos los incendios y, cuando se descubre un nuevo factor, se incorpora a la legislación para intentar que no se repita. Australia cuenta con una relevante flota de aviones de gran capacidad y de helicópteros optimizados para la lucha contra las llamas. El problema de los incendios se enseña en los colegios.

Al margen del factor ecológico, en Australia preocupa mucho el factor humano, la gente que vive en contacto con el bush, a menudo en situación de relativo aislamiento. Hay incluso estudios de psicología social sobre la reacción de los habitantes en zonas de riesgo: los que no quieren abandonar su casa y se quedan para defenderla; los que la abandonan demasiado tarde o los que vuelven a la zona quemada demasiado pronto.