La asturiana que tuvo hasta tres recaídas de cáncer y sufre una enfermedad pulmonar: «Nunca perdí la sonrisa»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

La avilesina Mercedes Álvarez Casado
La avilesina Mercedes Álvarez Casado

Mercedes Álvarez luchó seis años contra un tumor maligno en la médula ósea y ahora combate contra sus consecuencias, pero aún mantiene viva la ilusión por vivir

25 jun 2021 . Actualizado a las 10:42 h.

Cuando se menciona la palabra cáncer, los sentimientos de miedo, incertidumbre e, incluso, tristeza florecen. Al tratarse de una enfermedad grave, la mayoría de las personas que la padecen pierden la esperanza de que la incidencia de esta patología se reduzca. Sin embargo, mantener una actitud positiva es fundamental para que la lucha sea más amena. Un claro ejemplo es la historia de Mercedes Álvarez Casado. Esta avilesina de 55 años convivió durante seis años con un tumor maligno en la médula ósea que le hizo tener hasta tres recaídas y ahora lo hace con las secuelas de los correspondientes trasplantes. «Desde hace diez años es todo un calvario, pero nunca perdí la ilusión de vivir y mucho menos la sonrisa», reconoce emocionada Álvarez.

Pese a no haber estrenado nunca la cartilla de la seguridad social, puesto que apenas se ponía enferma y para lo único que visitaba al médico era para revisiones rutinarias, Mercedes Álvarez la inauguró a sus 45 años con uno de los peores de los diagnósticos: cáncer de médula ósea en cuarto grado. Todo empezó con un cansancio y tras realizar un análisis de sangre el resultado arrojó unos niveles bajos de hemoglobina. «Aparentemente la cifra no era llamativa porque en mi caso ponía 11,5 y las mujeres el mínimo es 12. Sin embargo, quise que me mirasen bien para quedarme tranquila. Más que nada porque no pensaba que iba a ser algo grave», confiesa.

A medida que pasan los meses, el cansancio se incrementa considerablemente

Por ello, pide que le repitan la analítica y esta muestra que el hierro se encuentra en niveles bajos. Al mes siguiente lo mismo. «Me pasé así el verano y, además, cada vez estaba más cansada. A finales de agosto la ginecóloga me vuelve a hacer otro análisis y ve que la hemoglobina me había descendido muchísimo y, por tanto, decide derivarme al hematólogo. Me pareció estupendo», relata. Una vez realizada la primera consulta con el especialista, este le ordena hacer análisis de sangre cada semana para ver qué podía pasar. «Todo iba a peor. No dejé de arreglarme ni nada, pero yo estaba agotada. Empecé a usar un bolso pequeño, apenas caminaba y ya sudaba…», reconoce antes de añadir que eran señales pero debido a su optimismo pecaba de no ver la realidad. Incluso consideraba que era estrés y pidió una semana de vacaciones en el trabajo para desconectar. «No las disfruté nada porque cada vez estaba más débil. Me dolía el bazo y tenía que hasta sujetarlo con las manos», detalla.

Al volver del viaje, le realizaron unas pruebas específicas para ver dónde perdía sangre. «El resultado es que estaba perfectamente, pero la hemoglobina cada vez bajaba más. Me recomendaban cogerme la baja laboral, pero yo no quería porque mi trabajo me apasionaba», cuenta. Así estuvo durante unos meses hasta que el hematólogo decide hacerle una punción medular. «Vuelven a decir que no tengo nada, pero mi médico dictamina hacerme otra biopsia y ya reflejó lo que tenía. Sin embargo, debido a la buena relación que tengo con el doctor y que como soy tan positiva, no era consciente de que tenía cáncer, además nunca me mencionó esa palabra», reconoce.

«Todo el mundo daba por hecho que tenía cáncer menos yo»

Mercedes Álvarez siempre acudía a las revisiones contenta hasta que un día el médico le dijo que su enfermedad requeriría tratamientos muy duros y costosos. «En ese momento sentí un escalofrió en el cuerpo». Fue derivada a la sanidad pública y allí el facultativo que la atendió le dijo realmente lo que padecía. «Además me preguntó si tenía hermanos. Dije que dos y me respondió tajantemente: ‘vas a necesitarlos para seguir viviendo’. En ese momento, que estaba junto con mi madre, me empezaron a caer lágrimas silenciosas. Había sido muy claro, pero todo el mundo daba por hecho que tenía cáncer menos yo. No me di cuenta hasta que a finales de diciembre que me derivó a una doctora, de la unidad de trasplantes en Salamanca, y le pregunté que si iba a tener futuro. Me dijo que sí había una médula compatible sí, sino no, y que esos años sería pocos y con una escasa calidad de vida», cuenta.

No obstante, el optimismo la ayudó a vivir tranquilamente de septiembre a diciembre, aunque haciendo un sobresfuerzo. «Tuve que coger la baja porque me dijeron que acabaría matándome. Se me cayó el mundo encima porque disfrutaba del trabajo». Mientras tanto, realizó las pruebas correspondientes para comprobar si alguno de sus hermanos era compatible con ella. «Ellos estaban encantados de poder ayudarme, pero yo no quería hacerme ilusiones porque es muy difícil encontrar esa compatibilidad. Sin embargo, los dos servían. Aquello era un milagro y me hicieron el primer trasplante de medula», asegura.

Tras el primer trasplante de médula comienza a sufrir sus consecuencias 

Mercedes Álvarez reconoce que «durante todo ese proceso lo pasas muy mal, pero poco a poco me fui recuperando». Aparentemente, todo había vuelto a la normalidad, sin embargo, a los cuatro meses, empezó a sufrir las consecuencias del trasplante. «Me apareció el EICH (Enfermedad injerto contra húesped). Esto quiere decir que tu cuerpo no acepta las células madres nuevas, se revela contra ellas y te afecta en distintos órganos de tu cuerpo. En mi caso fueron los ojos, donde tenía una sequedad severa», explica. Con eso podía hacer vida normal, aunque era muy molesto. «Por eso, me recorrí las mejores clínicas de España, pero no había nada que hacer hasta que di con una que me operó y se apaciguó el dolor», afirma.

Regresa el cáncer a su vida

Pero a la temporada, «cuando mejor me encontraba», llegó la recaída. «Me salieron unos hematomas en las piernas a los que yo no les di importancia porque siempre mantenía una actitud positiva hasta que la doctora me comunica en una revisión rutinaria que había vuelto el cáncer. Yo no podía hablar, solo temblar» asegura y añade que «era más duro que cuando te dicen en un primer momento que tienes esa enfermedad». Por ello, otra vez se vuelve a enfrentar a una quimioterapia, esta vez más agresiva que la hizo estar cinco semanas ingresadas en el HUCA. «Luego ya decidieron hacerme el segundo trasplante».

«Tener una recaída es más duro que cuando te dicen en un primer momento que tienes cáncer»

Una vez trasplantada y tras varias complicaciones, su vida volvió a retomar la normalidad. Sin embargo, a los dos años tuvo de nuevo una recaída. «Fue horrible. Se te vuelve a venir en cima una montaña. Me preguntaba constantemente: ‘¿por qué otra vez si todo estaba bien?’». Esta tercera vez fue todo mucho más complicado. «Estaba muy triste, tenía un cansancio horrible y mi cuerpo ya no podía más porque había pasado por muchas vivencias y encima duras». No obstante, estuvo de nuevo cinco semanas de semiaislamiento en el HUCA. «Esperaban hacerme un tercer trasplante, pero yo no quería porque había sufrido muchísimo en esa unidad de Salamanca», manifiesta. Sin embargo, una vez dada de alta, sus células empezaron a funcionar hasta el día de hoy. «Así llevo cuatro años, limpia. Para mí, mi cumpleaños es el 14 de febrero porque fue cuando le dijeron a mi madre y a uno de mis hermanos que yo no iba a amanecer más, pero aquí estoy».

El cáncer desaparece de su vida, pero el EICH ataca de nuevo

De esta manera, Mercedes Álvarez ya ha salido del protocolo de la enfermedad, pero «el EICH me dio como para el zorro». Actualmente vive con una enfermedad pulmonar muy seria que requiere de un trasplante de pulmón. «Hasta febrero de 2022 no podrán hacérmelo porque tengo que llevar cinco años limpia». Aunque es muy improbable que vuelva a aparecer el cáncer, «no quiero hacerme ilusiones porque es muy duro ese injerto. Apenas se realizan en España y la probabilidad de que salga bien es muy baja», señala y añade que «además estoy totalmente limitada porque ni siquiera puedo hablar ni caminar a la vez. También tengo una osteoporosis elevadísima, una vez rompí hasta seis costillas tosiendo».

«Nunca tuve complejo porque le daba normalidad al problema»

A pesar de la adversidad en la salud, Mercedes Álvarez nunca dejó de sonreír y de disfrutar de los pequeños placeres de la vida. «Cuando me afeitaron la cabeza yo me moría de risa. Le decía a mi madre que como había sufrido para tenerme si tenía una cabeza super redonda. Me veía monísima. Nunca tuve complejo porque le daba normalidad al problema. Por ejemplo, nunca quise llevar peluca solo gorros o turbantes y cuando pasaba calor me los quitaba con total naturalidad», reconoce orgullosa. Por eso, cada día se esfuerza para salir adelante. «Busco alternativas para hacer lo que realmente me gusta, por ejemplo, como no puedo hacer deporte, me dedico a coser. También estoy en un grupo con supermodelos y una vez al año desfilamos con moda de baño. Conocer a esta gente me dio mucho aliento porque como han pasado por lo mismo que yo o pasan me ha servido de mucho», afirma y lamenta que «mi vida queda así y solo puede ir a peor»

Un auténtico testimonio de superación que forma parte de la asociación Kurere, palabras que curan. Un espacio donde las personas, ya sean pacientes, personas que cuidan y/o entorno cercano, pueden encontrar, contar y compartir historias de resiliencia. «Una amiga de la infancia me comentó que existía esta plataforma y no lo dudé ni un instante porque siempre me gustó ayudar. Cuando fui por segunda vez a una consulta había gente que no conocía y me comentaba que había intentado suicidarse. Sin embargo, yo les convencí para que no lo volviese hacer. Les di aliento y sé que con mi historia voy a poder ayudar a alguien más. Hay que demostrar que se puede vivir con cáncer y disfrutar». Para ello está elaborando un libro, que en el momento que salga a la luz tendrá fines benéficos.