El testimonio de superación de una asturiana: «El cáncer me ha hecho ser mejor persona»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

Eugenia Martínez Martin sufrió dos cáncer de mama en el mismo pecho
Eugenia Martínez Martin sufrió dos cáncer de mama en el mismo pecho

Eugenia Martínez Martín estuvo durante seis años combatiendo contra dos tumores malignos situados en el mismo pecho, pero mantener una actitud positiva le sirvió para salir adelante

07 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

La historia de Eugenia Martínez Martín es una auténtica historia de superación. Su vida cambió por completo el 26 de diciembre de 2008 cuando le diagnosticaron dos tumores malignos en el mismo pecho. «En ese momento se me vino el mundo encima. Era algo que no te lo esperas y además no hay ninguna señal que te indique que tienes que ir al médico», reconoce. A partir de ahí, pasó de llevar una rutina completamente dinámica, puesto que trabajaba y hacía deporte, a no querer salir de la cama. Ni siquiera quería seguir viviendo, «ya tenía asumido que me iba a morir». No obstante, sacó fuerzas para luchar, durante seis años, contra viento y marea y así derrotar al «cáncer que me ha hecho ser mejor persona».

Todo empezó a raíz de un vértigo. «Yo domaba caballos y de vez en cuando sentía mareos, pero lo achacaba a dormir mal, comer poco… No le daba importancia hasta que el día 24 de diciembre sufrí varios mareos seguidos y me vi un bulto grande en el pecho. Inmediatamente pedí cita con mi médico de cabecera y me dijo que no me preocupase, pero en el informe vi como escribía la palabra 'preferente'. Ahí ya me ataqué», relata esta asturiana de 51 años, quien anima a realizar las correspondientes revisiones médicas. Tal era la gravedad de lo que se presentaba que en menos de 48 horas ya le estaban haciendo una mamografía. «A las 8.30 de la mañana entré al hospital y de allí prácticamente no salí. Me realizaron también una punción en el pecho y otra en la asila. Yo ahí ya me di cuenta de que tenía cáncer, le pregunté a la médica y esta me dijo que sí», cuenta.

En este sentido, Martínez detalla que «de la que iba a hacer una biopsia, vi a mi pareja, ahora exmarido, que estaba fuera sentando e imagínate la cara que tenía que en una hora estaba toda mi familia y amigos allí porque a través de un médico conocido se había filtrado que la cosa estaba a fea». No obstante, no fue hasta los dos días cuando le hicieron una resonancia y allí los facultativos se dieron cuenta de que había dos tumores. «Uno era in situ, que era quitar y luego poner quimio y radioterapia. Pero otro era el que llaman el infiltrante. Este es muy pequeño y te va comiendo por dentro y no te enteras. Era el mayor problema», precisa antes de añadir que «tuve la grandísima suerte de palparme el pecho porque el in situ me ayudo a encontrar el otro, sino yo no estaría viva».

«Tuve la grandísima suerte de palparme el pecho porque el in situ me ayudo a encontrar el otro, sino yo no estaría viva»

Una vez diagnosticada y tras comunicarle la oncóloga que porcentaje de vida iba a tener y los procedimientos médicos que deberían de aplicar, «salí del despacho, me apoyé en una pared y me derrumbé, encima iba sola». Además, para más inri la facultativa le dijo «o te pones quimio o tú misma, lo que te quede de vida» y ahí Eugenia Martínez se sintió como un número más. «Por aquel entonces tenía 38 años y necesitaba que alguien me abrazase y me dije que estaba a mi lado. En estos casos se necesita empatía», asegura. Por eso, esa misma jornada, decidió refugiarse en sus caballos. «Nada más abandonar el hospital fui a la cuadra y estuve todo el día llorando. Me decía constantemente ‘por qué a mi si soy madre de tres niños de 4, 9 y 12 años, respectivamente- y además mi vida es totalmente sana'», recuerda emocionada.

Sus hijos, su única motivación para hacer frente a la enfermedad

No obstante, echó la vista al frente y decidió ser fuerte por sus hijos. «No los podía dejar solos, eran muy pequeños. Aunque es cierto que por mi cabeza pasó que iban a crecer sin mí. Yo planteaba que me iba a morir», afirma. «Hasta mi oncólogo, por el que gracias a él estoy viva, me mandaba mirar la cartera con las fotos de mis retoños para salir adelante», indica. Y así fue. Durante un año entero Eugenia recibió sesiones de quimioterapia y le hicieron una mastectomía. «Eso para una mujer fue decir como ‘hasta aquí llegué’. No quería enfrentarme más a esto y asumes que no es posible dar otro paso adelante», reconoce.  

Una nueva vida

Sin embargo, pese a ese obstáculo, volvió a mantener esa actitud positiva. «Hay dos partes para curarte: la medicación y el estado de ánimo. Como estés bajo emocionalmente no arrancas de ahí», destaca. De esta manera, aprendió a convivir con la enfermedad, mientras que recibía los correspondientes tratamientos. «Empecé una nueva vida porque incluso me prohibieron hacer equitación, que era algo fundamental para mí, y ya no tenía esos pensamientos tan deprimentes», resalta.

En esta misma línea, Eugenia asegura que «al fin y al cabo, se trata de buscar alternativas y no hundirte. Tu vida es seguir viviendo. Y vas encontrando cosas que te llenen y puedas hacer». Por ello, comenzó a jugar al pádel, «era una de las formas que tenía para liberar estrés» y a adiestrar perros. Pero, sobre todo, aprendió a sacar una sonrisa cuando no podía, cuando se veía después de la quimioterapia «calva, sin pecho y con las venas quemadas». De la misma manera, «tenía que seguir con mi vida igual que la que tenía para que mis hijos no viesen que estaba mal. Por ejemplo, mis sesiones me dejaban 10 días tumbada, pero cuando mi hija la mediana competía a nivel nacional en patinaje artístico, pues me levantaba y la llevaba yo en coche a donde fuese. Luchaba porque mi vida no diese ese cambio tan grande para ellos. Al final la fuerza te sale sola. Una vez que te toca no hay más opción. Todos llegamos a ser fuertes en algún momento de la vida, ojalá no hiciese falta, pero la vida te lo pide», indica.

«Hay dos partes para curarte: la medicación y el estado de ánimo»

Así estuvo batallando durante seis años. Tiempo en el que no tuvo ninguna recaída, salvo realizar cinco intervenciones quirúrgicas debido a unas hemorragias vaginales causadas por el tratamiento y también precisó atención médica porque en un accidente de coche se le abrieron los puntos del pecho. Además, a día de hoy se encuentra totalmente limpia. «Tengo esas células que todos los pacientes oncológicos tenemos que se llaman las dormidas y yo digo que en cualquier momento me va a tocar. Pero cuando salgo de las revisiones, salgo muy contenta y digo ‘un año más’. Ahora mismo estoy mucho más fortalecida que antes, doy importancia a las pequeñas cosas. No me enfado con nadie. Siempre busco el lado positivo de las cosas, antes me ahogaba en todo. Cuando te ves en el abismo de ‘hasta aquí llegue’, valoras mucho el día a día, la simple mirada con tus hijos… Llegue a la conclusión de que el cáncer me hizo mejor persona», manifiesta.

Un auténtico testimonio de superación que forma parte de la asociación Kurere, palabras que curan. Un espacio donde las personas, ya sean pacientes, personas que cuidan y/o entorno cercano, pueden encontrar, contar y compartir historias de resiliencia. «Los conocí en el Centro Asturiano. Yo era una persona que prácticamente me crié allí y todo el mundo supo de mi cancer, de mi gravedad, de lo mal que estaba y José Enrique me habló. Empezaba a arrancar la plataforma y yo les dije que contasen conmigo para todo porque cuando vi las carencias que tiene el hospital a nivel emocional, me impactó. Con la quimio no sabía cómo me podía maquillar, que cremas utilizar, qué tipos de pañuelo utilizar… te ves sin pelo, cejas, pestañas… y te sientes un trapo. Por eso, hacen faltan más iniciativas para mantener la salud mental, que es fundamental para combatir esta enfermedad», sentencia.