El primer presidente

ASTURIAS

F. Sotomonte

Se cumplen 40 años desde que Rafael Fernández tomara posesión como primer jefe del Ejecutivo del Principado de Asturias

15 may 2022 . Actualizado a las 09:48 h.

Con el inicio de 1982 empezaba su recorrido la comunidad asturiana como autonomía, con la denominación de Principado, una efeméride que cumple 40 años desde la toma de posesión de su primer presidente, Rafael Fernández, regresado del exilio en México como dirigente de la Federación Socialista Asturiana. El cargo de cabeza del Ejecutivo asturiano lo ocupó de forma previa como presidente del consejo regional preautonómico y hasta la celebración de los primeros comicios plenamente autonómicos en los que fue elegido Pedro de Silva.

El primer presidente, Rafael Fernández, encarnaba varias facetas que a un ojo despistados le podrían parecer contradictorias pero que no lo eran en absoluto en el tránsito de la dictadura a la democracia: era el último representante del Consejo Soberano de Asturias y León (era el responsable de Hacienda), el gobierno independiente de la Asturias «sola en mitad de la tierra» que había quedado aislada de la República en la Guerra Civil. Y fue a la vez uno de los principales exponentes del espíritu de la Transición en el sentido de querer pasar página muy rápido de todo ese recuerdo para iniciar con las menos ataduras posibles la nueva etapa.

«Él llega muy marcado por la experiencia de la guerra y del exilio y eso determina su estilo de gobierno», señala el historiador de la Universidad de Oviedo, Rubén Vega, quien resalta que ese primer gobierno no tenía realmente competencias, estaba por definirse el estado autonómico, y apenas contaba con presupuesto. «La huella de la guerra y del exilio para él se traduce en una voluntad de concordia y de consenso permanente, de evitar la tensión, de evitar el conflicto, de pacto y de diálogo».

Que fuera a haber una comunidad autónoma asturiana y que además fuera a denominarse Principado tuvo relación con varias decisiones tomadas más al sur de la cordillera que en el propio territorio donde en los 70 la reivindicación autonomista era muy marginal. El gobierno de la UCD optó por el llamado «café para todos» de forma que se extendiera el sistema autonómico más allá de Cataluña, País Vasco o Galicia (donde la demanda social era más consistente y que además habían tenido en el república gobiernos o estatutos autonómicos). En Asturias se llegó a considerar una autonomía compartida con León «y Rafael Fernández tiene un cierto protagonismo en ello, ahí respiraba por su propia biografía, pero no prospera porque realmente no la quieren ni asturianos ni leoneses».  

Rafael Fernández regresa de México para encabezar la Federación Socialista Asturiana que, aunque más tarde se convertiría en la principal fuerza y con mayor implantación de la comunidad, entonces se encontraba en una situación precaria de afiliados y con cuadros muy jóvenes, y según recalca Vega «aunque no fue un militante especialmente activo en el exilio sí representaba la conexión con Belarmino Tomás, su mujer era Purificación Tomás, y ambos tenían un papel importante en la memoria de los asturianos  y en la historia del socialismo asturiano». El gobierno preautonómico se forma tomando como referencia los resultados de las primeras elecciones generales democráticas, con una cuota de representación en la que están el PSOE, la UCD, Alianza Popular, y también el PCE. Una asamblea, con los 10 diputados del Congreso que le correspondían a Asturias (hoy son siete por la mengua de población) y sus cuatro senadores.

Ninguna de esas formaciones, salvo en parte el PCE, según detalla Vega, tenían mucha premura por desarrollar la autonomía que en Asturias fue por la vía lenta. Al contrario de comunidades con una intensa demanda en la calle, como Cataluña o Andalucía, que pasó a la vía rápida tras imponerse esta reivindicación de forma clara en referendo.

Y aún así, Fernández simboliza la conexión con un gobierno asturiano de la república. Distinto a todos, «sólo la Generalitat catalana con Tarradellas tiene una continuidad institucional entre la república y la transición», destaca Vega «en Galicia llega aprobarse el estatuto de autonomía en la guerra pero nunca hay gobierno es una región dominada por los nacionales desde el principio. En Asturias no hay estatuto pero sí hay gobierno».

El Consejo Soberano de Asturias y León nace por la fuerza de los hechos, al quedar aislada Asturias del resto de territorio republicano con la caída del País Vasco y de Santander. Emite su propia moneda y también lanza algunos esfuerzos diplomáticos centrados en exclusiva en buscar a salida de refugiados civiles antes de la entrada de las tropas de Franco. Para Vega hay que interpretar este gobiernín dentro de un contexto muy complejo en el inicio y primer desarrollo de la Guerra Civil «cuando el control de la calle queda en manos del milicias armadas de partidos y sindicatos, se forman comités de milicias antifascistas y lleva meses reconducir esa situación».

De aquel gobierno queda hoy en el presente, en la actual sede del Ejecutivo del Principado, los muebles del despacho de Belarmino Tomás, donde Adrián Barbón firmó los primeros decretos de su gobierno como un gesto simbólico de enlace con ese pasado. Y sin embargo Vega recalca que Rafael Fernández «es el primero que no quiere recordar ni la Guerra Civil, ni la revolución del 34, ni la república ni casi nada porque está en la idea de mirar sólo hacia adelante, de no mirar atrás. Encarna muy bien esa época y esa idea de buscar siempre el consenso y dos generaciones de españoles apoyaban es de forma abrumadora». 

Con todo el historiador recalca que por esos motivos se aceptan cuestiones con implicaciones en el presente. «Rafael Fernández acepta que el Día de Asturias sea el 8 de septiembre y no la francesada del 25 de mayo y con él se instaura la costumbre de que el presidente vaya a una misa en Covadonga. Esto al fina da lugar a que haya presidentes que seguramente no son católicos pero que tienen que ir a una misa a que el obispo les eche la bronca sin posibilidad de réplica y encima teniendo que poner buena cara a la salida».