La adicción al juego crece en Asturias: «Internet pone un casino en el bolsillo de cada joven»

ASTURIAS

maría pedreda

Larpa Asturias advierte del problema del azar en los videojuegos y las loterías generales como puerta de entrada de los niños a la afición por jugar

05 nov 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

La adicción al juego crece y se extiende cada vez más entre la población joven. Así lo advierte el presidente de Ludópadas en Rehabilitación Asociados del Principado de Asturias (Larpa), Maximino Gutiérrez. De cada cien jovenes que juegan, 12 están abocados a sufrir por jugar. Es una cantidad considerable. Son datos del Ministerio de Consumo: el 12 por ciento de los jugadores de menos de 25 años tienen problemas de ludopatía. Otra circunstancia es que se está igualando la adicción entre hombres y mujeres. En el juego presencial, había una mujer adicta por cada tres hombres. En internet, y especialmente entre los más jóvenes, está ya casi igualado por sexos. De hecho, las tragaperras online son el juego preferido de las chicas jóvenes, según Larpa.

La situación es preocupante porque, según Gutiérrez, el problema «por desgracia sigue aumentando y sobre todo entre la gente joven». Es algo que la asociación venía diciendo hace tiempo. Y son los nuevos tiempos los que han propiciado la nueva situación. «Internet pone un casino en el bolsillo de los jóvenes de España». Y su gran peligro es la intimidad. Antes, para jugar, en cierto modo había que exponerse. Acudir a un casino, al bingo, jugarse el dinero a las cartas o en una tragaperras. Hoy se puede hacer en cualquier parte, a espaldas del mundo. Basta con concectarse a través del móvil.

El juego en internet y en las casas de apuestas está bastante controlado para los menores, que salvo suplantación de identidad —se da algún caso pero no es lo más común— están vetados en estos sitios. Sin embargo, según el presidente de Larpa se están iniciando en el juego a edades cada vez más tempranas con los «rascas» y las loterías, a los que sí tienen acceso, y que además mantienen intacta su presencia publicitaria en los medios. Esto debería controlarse más, en opinión de Gutiérrez: «con los menores, debemos tener tolerancia cero». A su juicio, hay que tenerlo en cuenta porque es «la antesala» del juego adulto.

Otro problema son los videojuegos online, que aunque no funcionan con dinero, tienen cajas botín, que son juegos de azar como los antiguos sobres sorpresa de las tómbolas. Pagan por la caja botín y si no obtienen un buen premio siguen jugando a ver si consiguen algo. Son juegos de azar con una dinámica igual de adictiva que los que se hacen con dinero, y predisponen a engancharse al juego en la edad adulta. «Esperamos que se regulen porque están haciendo bastante daño».

Alerta de ludopatía

La adicción nunca llega de la noche a la mañana. El juego comienza como una diversión hasta que poco a poco se va convirtiendo en un problema. Pero, ¿cómo sabemos que estamos ante un problema? Maximino Gutiérrez da algunas claves.

Para la propia persona, «cuando vea que está dejando cosas de hacer por jugar; antes, los martes quedaba con los amigos para hacer alguna cosa; ahora, ya no voy, ya no quedo; voy a una casa de apuestas o me meto en internet; cuando tengo que trabajar en algo o estudiar, en vez de hacerlo, me pongo a jugar». Eso es lo más evidente. El juego empieza a formar parte de tu vida de una forma cada vez más invasiva, y te roba el tiempo de todas las cosas a las que antes te dedicabas. Poco a poco vas abandonando todo lo demás.

Para los familiares, «suele venir casi siempre con faltas de dinero injustificadas, se dedica a pedir dinero, a decir que no le llega o que no le han pagado; son mentiras continuadas que es cierto que no siempre tienen que ser por el juego pero al menos hay que ponerse alerta de que algo pasa y puede ser por el juego», explica Maximino Gutiérrez. Cuando alguien con un salario normal está pidiendo siempre anticipos, préstamos a los demas o evita ir a los sitios por falta de dinero, es posible que sea por causa del juego. No obstante, el familiar, según el presidente de Larpa muchas veces «no quiere pensar que pasa algo; prefieres creerte la mentira que te están contando a investigar, porque necesitas paz».

Maximino Gutiérrez, presidente de Larpa.
Maximino Gutiérrez, presidente de Larpa.

«No he vuelto a jugar ni a las canicas»

El día que Maximino Gutiérrez, hace veinte años, entró en una asociación en Ciudad Real para pedir ayuda, había tocado fondo. Desde entonces, el juego para él es historia. «No he vuelto a jugar ni a las canicas». Nacido en Zamora, anduvo por toda España como director de sucursales de Caja España, y su vida estuvo durante años asociada inevitablamente a la adicción por el juego.

«Mi gran problema fueron las partidas de cartas», relata. Así empezó a aficionarse al juego: jugando al julepe, al póquer y a otros juegos con apuestas. Y de ahí pasó a otros juegos de azar. «Un alcohólico empieza por una bebida preferida y acaba comprando tetra brick en el supermercado; con el juego pasa lo mismo; yo acabé jugando a todo: al casino, al bingo, a las tragaperras o la lotería; en el bar, si no había tragaperras, me la jugaba a los chinos con el camarero; era una necesidad desde que te levantabas hasta que te acostabas; volvía de partidas de cartas a las tres de la mañana y le decía a mi mujer que llegaba de trabajar».

Los problemas con el juego crecieron, y empezó a pedir préstramos. Llegó a estar tan mal que dejo voluntariamente Caja España, «porque acabaría en la cárcel o en el cementerio». La idea era que ganando mucho menos empezaría a dar pasos, pero no fue así. «La afición va con uno».

Un embargo de 37 millones

En los años 90, salía de casa con 100.000 pesetas en el bolsillo. Esta cantidad era muy superior en valor a los 600 euros a los que equivale hoy al cambio. En 1997, le embargaron 37 millones de pesetas por el juego, el equivalente a 220.000 euros. Se lo jugaba todo porque para él era algo inevitable.

La adicción al juego se diferencia de otras en que no ingieres ninguna sustancia. Te quitas la tensión y el mono jugando, pero sabes lo que estás haciendo. «El drogadicto cuando está embriagado no sabe ni lo que está bien ni lo que está mal, y tiene momentos de euforia y bienstar mental. Eso no pasa en el juego. En ningún momento perdemos la percepción de lo que está mal y está bien, y eso es un mayor sufrimiento. Te dices a ti mismo: "La que estoy preparando", y no estás contento, no hay embriaguez. Sufres porque a pesar de que estás haciendo daño, eres incapaz de parar».

Por eso salir de la adicción solo es muy difícil. No imposible pero sí muy complicado. «Hay que romper con las rutinas, hacer una deshabituación, concienciarte; al principio tienes que tener a alguien, a ser posible, que te controle el dinero y te marque unas pautas para evitar que las ganas de jugar vayan contra tu voluntad; es muy doloroso al principio y luego se va haciendo más fácil».

Contra lo que se suele opinar, lo que engancha al ludópada no es el juego sino la incertidumbre. «Si en un juego te tocara siempre el premio no tendría gracia; por eso no hay un juego que tenga un solo premio, y todos tienen una manera de premiar con pequeños premios para enganchar».

Maximino Gutiérrez lo perdió todo y aprendió a vivir sin el juego, encontró un camino para librarse de una atadura a la que había llegado paso a paso, saltando de un juego adictivo a otro. Ahora, cree que los jovenes lo tienen mucho peor, por dos razones. La primera, que el juego es inmediato y omnipresente. Puedes jugar donde quieras y cuando quieras, y sus resultados son muy rápidos, con lo cual engancharse es mucho más fácil. Por otra parte, están los microcréditos. Las entidades bancarias dan muchas facilidades para conseguir prestamos de unos pocos miles de euros que les permiten perpetuar la dependencia y la adiccion.

Lo mejor es la prevención. Que los jóvenes se den cuenta del peligro que supone quedar a merced de una adicción como ésta. Y para quien ya tenga el problema, sabe que cuenta con colectivos como Larpa, que harán que su vida vuelva a tener sentido. «No hay color ni para nosotros ni para los familiares; hay gente que pensaba que era un demonio las 24 horas del dia, desde que te levantas hasta que te acuestas, pero eres una persona normal: no somos santos ni demonios, tenemos nuestros problemas, nuestras riñas y nuestras discusiones como todo el mundo». Ese es el gran triunfo de quien logra salir: la libertad de saberse «normal».