Marco Sangalli, el invencible de los derbis: «Oviedo fue una experiencia vital»

Pablo Fernández OVIEDO

AZUL CARBAYÓN

Marco Sangalli
Marco Sangalli Real Oviedo

La Voz de Asturias entrevista al centrocampista, ahora en el Racing tras tres temporadas y media en la capital del Principado. Jugó siete derbis y nunca perdió: ganó cinco y empató dos

11 may 2023 . Actualizado a las 02:19 h.

Hace más de un año, el Real Oviedo ganó el último derbi que se disputó en El Molinón. Marco Sangalli (San Sebastián, 1992) acabó aquel partido como capitán oviedista. El pasado mes de enero, Sangalli ponía fin a tres temporadas y media en la capital del Principado y puso rumbo al Racing de Santander tras haber disputado 123 partidos oficiales con la camiseta azul. De esos 123 partidos, siete fueron derbis: ganó cinco y empató dos. La Voz de Asturias charla con el donostiarra sobre su carrera en el club carbayón y, claro está, sobre el Sporting-Oviedo de este sábado (El Molinón, 16:15 horas).

—¿Qué tal por Santander?

—Es la primera vez en mi carrera en la que he cambiado de equipo en un mercado invernal y la verdad es que bien, la verdad. Estoy contento, solo nos queda un pasito para cerrar la permanencia.

—San Sebastián, Oviedo y Santander.

—Siempre he tenido mucho arraigo hacia al norte, en el vestuario del Oviedo muchas veces me picaban con el tema. Esta temporada había muchísimos valencianos, por ejemplo, como Montoro, Tarín, Pomares o Miguelón, y me decían que cuando fuese al sur no volvería al norte. Cuando fiché por el Racing ya me dijeron que no iba a bajar de Madrid en mi vida. Seguir en el norte es algo anecdótico, pero evidentemente estar tan cerca de mi casa es un punto a favor.

—¿Es el Racing el club que esperaba?

—A ver, es cierto que hemos crecido con el Racing en Primera, pero es que de los últimos once años han estado cuatro en el fútbol profesional. A nivel de masa social e instalaciones, evidentemente, se nota que son un club grande. No es fácil recuperarse después de tantos años, pero poco a poco están volviendo a donde merecen y el crecimiento ahí está.

—Tienen la salvación a tiro…

—Pues creo que los ocho puntos actuales es la mayor diferencia sobre el descenso desde que llegué en enero. Faltan tres jornadas y tenemos ganas de cerrarlo. Cuando llegué vi que había un vestuario muy vivo, con mucha energía tras el cambio de entrenador. Estamos haciendo un buen final de temporada y a ver si conseguimos ponerle el broche.

—Casi cuatro meses de su salida. ¿Ya se acostumbró a no ser jugador del Oviedo?

—De vez en cuando todavía me confundo [risas], pero es algo normal después de casi cuatro años en Oviedo. Ha sido un club con el que me he sentido muy identificado y donde viví momentos muy bonitos. Ya lo he dicho alguna vez, pero es que es así: en tres años y medio me pasó absolutamente de todo.

—¿En qué momento empezó a sentir que su tiempo en Oviedo se acababa?

—Se dieron una serie de circunstancias que favorecieron mi salida. Cuando llegó Cervera estaba lesionado, luego empecé a jugar, marqué un gol de Copa y cuando iba a ser titular ante el Mirandés me lesioné en el último entrenamiento de la semana. Volví a entrar después de Navidades, pero empezó el mercado y quizás era uno de los jugadores que más facilidades podía tener para salir a otro equipo. El míster me dijo que contaba conmigo, fue todo un poco peculiar.

—Fue titular en Huesca cuando su salida ya estaba cerrada.

—Venía entrenando bastante bien, pero tampoco lo había hecho muchos días en la banda izquierda. No había calentado ni contra el Andorra ni contra el Alavés, que fueron los partidos anteriores a Huesca. Llegamos a El Alcoraz, estaba hablando con Mossa -segundo entrenador de Ziganda en el Huesca- y me preguntaba que cuando iba a irme y tal. Justo en ese momento salió Tomeu Nadal al césped y me dijo que era titular. Le miré extrañado, pero Tomeu tampoco es que sea la persona más vacilona del mundo así que me lo tomé medio en serio. Le dije «¿estás de coña?», entré en el vestuario y ya vi mi nombre. Y nada, a concentrarse que había que jugar un partido.

—¿Cómo se gestiona una situación así?

—Hubo un momento en el que pensé que igual metía dos goles, ganábamos y verás el lío que se montaba para irme, porque yo ya había dado mi palabra [risas]. Pero nada, fue un poco surrealista y ya. Siempre llevaré con orgullo el poder aportar hasta el último día, creo que en Huesca jugué un buen partido.

—Cuando se anunció su salida el oviedismo le despidió como a un canterano más.

—Así me sentí, la verdad, como uno de los suyos. Sentí mucho cariño también por toda la gente que estaba en el club cuando llegué. Jaime y todo el departamento de prensa, Silvino, los fisios (Gabri e Iván), Dani Bautista… toda esa gente que está en el día a día. Fueron horas complicadas. La noche anterior a mi despedida estaba solo en casa y se me vino todo un poco encima, me puse a llorar recordando todo lo vivido. Fue emotivo. Di una charla en el vestuario que todavía recuerdo y me enorgullece cómo me despedí de los compañeros. Y la gente, claro, el cariño del oviedismo siempre me lo llevaré para mí.

—En su día dijo que en Oviedo vivió en tres temporadas y media lo que otros en diez.

—Mi aventura en Oviedo empezó con el director deportivo que me fichó -Michu, con el que tengo una gran relación- yéndose al mes y medio de empezar la temporada. Me tocó pelear por el ascenso y también me tocó vivir la temporada en la que más cerca estuvo el Oviedo del playoff. Me tocó jugar muchísimo, ser importante y pasar también una época en la que no jugaba tanto. Hasta una pandemia. El Oviedo fue una experiencia vital, es el club donde más tiempo he estado en mi carrera profesional y eso te marca.

—Llegó en el verano de 2019 y se encontró con la temporada más movida en años.

—Venía del Alcorcón, llegué a Oviedo y claro. Era otro mundo. Aluciné con todo. El equipo empezó muy mal, el director deportivo no tuvo todo el mando que le hubiese gustado y no pudimos ni inscribir a todos los fichajes para la primera jornada. Y perdimos casi todo al principio, claro. Era una detrás de otra.

—¿Qué recuerda de los primeros días del Cuco?

—Me había enfrentado mucho a él en su época de entrenador en el Bilbao Athletic. Me gustaba mucho cómo jugaba, pero lo veía así muy gallito de Bilbao y tal y pensé que me iba a tener una manía brutal. En la primera semana entrené bien, venía de jugar durante toda la temporada y ya en el primer partido puso a Sebas Coris y me dejó en el banquillo. Me temía lo peor [risas]. Luego ya tuvimos una relación muy estrecha, disfruté mucho tanto del Cuco como de Bingen Arostegi y guardo un muy buen recuerdo de ellos.

—¿Qué faltó en la 20/21?

—Teníamos un once inicial muy marcado, con jugadores buenos, pero igual nos faltó algo más de profundidad de plantilla. En el momento que había que dar el paso para pelear por algo más siempre la cagábamos, nos quedamos a medias cada vez que tuvimos la oportunidad. Sirvió para dar estabilidad al club después de una temporada anterior tan complicada, pero igual pudimos estar algo más arriba, sí.

—De aquel equipo salió Edgar, que ahora triunfa en el Betis como central.

—Las categorías definen mucho a los futbolistas. Hay gente que en Segunda juega de mediocentro, pero luego en Primera el juego es más dinámico y cuesta más. Edgar fue central en un Sabadell-Oviedo, un partido que recuerdo con mucho cariño porque ganamos y fui titular junto a Lucas, Jimmy, Riki y Javi Mier. Y después de aquello discutía mucho con Arribas, porque yo le decía que Edgar si juega en Primera sería de central y Arribas que no, que la gente en Primera era muy rápida. Y ya ves. Luego también vacilaba al Cuco y a Bingen, les decía que no les valía de central un tío que lleva 50 partidos en Primera como central.

—¿Qué recuerda de la temporada pasada?

—Todavía lo hablo con Pombo aquí en Santander, teníamos un equipazo. Desde la defensa, pasando por el centro del campo y la delantera. Teníamos muchos recursos. Hacer 68 puntos en Liga es muy significativo, solo hace falta ver la puntuación que llevan esta temporada los de arriba.

—Muchos años después, llegó la primavera y el oviedismo estaba ilusionado.

—El Cuco siempre era cauto, pero tanto él como el equipo en general veíamos que estábamos a nada de meternos arriba. Si enganchábamos un par de partidos, cuidado. En casa jugábamos con ese 4-4-2 con Bastón y Obeng arriba, que arrollábamos, y fuera de casa metía a Javi Mier e iba alternando diferentes puestos. Luego empezó a entrar Joni Montiel desde el banquillo, que nos solucionaba muchísimo. El día del Alcorcón jugamos un partido malísimo y ganamos en el descuento. Pensábamos que podíamos conseguirlo. La putada fue que, mientras nosotros estábamos bien, había otro equipo con un jugador que andaba muy bien.

—Jonathan Viera.  

—Muchas veces me preguntan quién es el mejor jugador contra el que jugué en Segunda y siempre lo tengo claro. Recuerdo el primer año en el Oviedo, que perdimos contra Las Palmas 3-1 y yo jugué de lateral. Ellos juntaban en banda izquierda a Viera, Pedri y Narváez, y yo de lateral. En una de estas, ya perdiendo 3-0, recuerdo a Javi Rozada gritándome «éntrales» y yo pensando «sí claro, éntrale tú».

—Mossa dijo que nunca había visto a un jugador de Segunda dominar un partido como Viera en aquel Las Palmas-Oviedo.

—Totalmente. El Gran Canaria parecía aquel día el Coliseo, en pleno mayo con el calor. Empezamos bien el partido, pero luego fueron mejores que nosotros. Lo gana Viera, bueno. Estaba por encima de todos, el gol que mete, yéndose de tres y picándosela a Femenías… Ese tipo de actuaciones no se ven en Segunda División.

—¿Cómo vivió el vestuario que antes de dicho partido se conociese la salida de Rubén Reyes?

—Había vivido tantas cosas en Oviedo que, la verdad, no me sorprendió. También teníamos a Ziganda, que era un entrenador que conseguía hacer del vestuario un búnker y casi nada nos afectaba. Fue todo algo peculiar, recuerdo el viaje ahí con Rubén y Federico, pero no nos influyó para nada. Teníamos algo demasiado grande entre manos y no nos despistó, perdimos porque fueron mejores que nosotros.

—¿Esperaban que Ziganda renovase?

—Era lo más lógico, ¿no? Habíamos hecho 68 puntos y gran parte del bloque iba a seguir, era la oportunidad ideal de acumular todos los mimbres para empezar bien la temporada siguiente. Precisamente, lo que nos había lastrado esos tres años era el empezar mal. Pero volvemos a lo mismo de antes, tampoco me sorprendió demasiado que no se diese continuidad al proyecto. Supongo que ya estaba en el ambiente la venta del club, luego la propiedad fichó a un entrenador, después llegó un director deportivo más tarde que el entrenador, al mes hay un cambio de propiedad y después despiden al director deportivo y al entrenador. Ahora se está siguiendo un camino más continuista y tranquilo.

—¿Por qué no funcionó lo de Bolo?

—Creo que estábamos acostumbrados a una manera de trabajar y de jugar muy evidente que, gustara más o gustara menos, había calado en el futbolista y Bolo llegó con otros conceptos que nos costó asimilar. Así es el fútbol. Los resultados no se dieron, también tuvimos muchísimas lesiones y todo junto nos lastró.

—¿Se imaginaba otra 19/20 o las sensaciones eran diferentes?

—Por la cabeza se te podía pasar, sí, pero es cierto que este año teníamos bastante más plantilla que en la 19/20. Con el cambio de entrenador ya ganamos un par de partidos y veía que íbamos a salir del pozo. Con Cervera volvimos un poco a ese orden, al control. Por ahí empezaron -y siguen llegando- los resultados.

—Llegó Álvaro Cervera. ¿Imponía?

—No creas. Era un tío que lanzaba unas ideas sencillas y que era bastante directo. Se le veía mucho poso. Cuando llegó yo estaba lesionado, y viendo lo que vi en los primeros entrenamientos pensé que íbamos a salir de abajo.

—¿Qué le parece la renovación de Cervera?

—Me parece bien. Vivimos unos tiempos en los que parece que lo que más gusta a la gente son los cambios constantes, pero sobre todo en Segunda División, la estabilidad de un proyecto puede ser la forma de recortar la distancia con los más poderosos. Creo que su renovación es una buena noticia para el Oviedo.

—La 19/20 también fue la primera temporada de los Borja, Jimmy, Lucas y Viti.

—Han crecido mucho, está claro. Vuelvo a lo de antes, ese primer año tan duro también les curtió a ellos. Recuerdo a Lucas, que es un animal, tener muchísimos problemas físicos y no ser capaz de tener algo de continuidad. Jugar partidos y acostumbrarte a la categoría te da muchísimo. Cada vez se trabaja mejor en El Requexón y esa era una generación que lo había hecho muy bien en el filial, tenían nivel más que de sobra para jugar en el primer equipo.

—Usted siempre le dio importancia de que los canteranos fuesen la base de la plantilla.

—Un club como el Oviedo, con una masa social tan grande y en una ciudad importante, implica que muchos chavales consideren un sueño estar en la cantera del Oviedo. Y eso hay que aprovecharlo, es un plus. Hay que trabajar ese sentimiento y conseguir que vayan saliendo jugadores, sean de Oviedo o de cualquier parte de Asturias. Que estén en el primer equipo ayuda también a que cuando lleguen jugadores de fuera sepan rápido dónde están y lo que representan.

—Riki fue uno de los que no cuajaron. ¿Le sorprende su gran temporada?

—Puede sorprender que el Albacete esté donde esté, pero lo de Riki no tanto. Siempre supe que era muy buen futbolista y, por circunstancias, pues no pudo demostrarlo en Oviedo. Cuando te pasan este tipo de cosas también puedes mirar el lado positivo: si no se quedó Riki es porque sí se quedaron otros canteranos. Un jugador de determinadas características no cuajó, pero sí lo hicieron otros que tenían otras. Eso quiere decir que tienes donde elegir. Da pena, porque hubiese sido muy bonito que Riki hubiese podido hacer en Oviedo lo que está haciendo en Albacete, pero también habla de la riqueza que hay en la cantera. Es otro motivo más para seguir trabajando.

—Oier Luengo será titular en el derbi del sábado.

—Hablé mucho con él cuando llegó. Al final somos los dos vascos y siempre le dije que ahí estaba para lo que necesitase. Era su primera vez fuera de casa y nos llevamos muy bien desde el principio. Le vacilaba mucho, le decía que qué hacía aquí teniendo el Oviedo a tres de los mejores centrales de la categoría (Costas, Calvo y Tarín). Es un gran chaval. El trabajo da sus frutos, es uno de esos jugadores que siempre entrena bien, es buena gente y ayuda en todo. Cuando a este tipo de personas les va bien, te alegras.

—Jugó siete derbis: cinco victorias y dos empates. ¿Cómo se hace eso?

—Todo el mundo que está ahí dentro es consciente de lo que significa ese partido para la gente de Oviedo. Tener esa estadística en los derbis es una de las cosas que llevo con más orgullo. Y encima he sido partícipe en muchos de ellos, es algo para estar satisfecho. Los disfruté todos.

—¿Qué recuerda del primero? Noviembre de 2019.

—El césped del Tartiere estaba mal, el horario era raro y nosotros no estábamos viviendo un buen momento de juego. Fue un partido parejo, con muy pocas ocasiones. Recuerdo que vino mi hermano Luca y cuando llegamos a casa después del partido me puse a llorar de la impotencia, porque no nos salía nada. Fue bonito porque era el primer derbi que jugaba, pero algo descafeinado.

—¿Su mejor recuerdo de los derbis?

—Seguramente, el del año pasado en El Molinón. Desde el momento en el que salimos del hotel, en Oviedo, me recordó a cuando veía películas de los romanos y el pueblo despedía a las legiones. La semana fue como fue y parecía que nos mandaban al matadero, pero salimos victoriosos. Y después de la batalla que vivimos allí, porque fue una batalla, volvimos a Oviedo tras ganar y nos recibieron con bengalas. Ahí ya parecía que entrábamos en Roma tras conquistar [risas]. Salimos por Oviedo aquel sábado y buah, fue tremendo cómo nos recibieron y cómo nos agradecieron lo vivido aquel día.

—Y al final, la tángana de todas las tánganas.

—Se juntó un poco todo, ¿no? Nosotros estábamos en buena dinámica, conseguimos ganar ese partido y ellos estaban algo temerosos de la que se les venía encima. No fueron capaces de ganarnos y la rabia que tenían dentro pues la sacaron al final. Intentaron maquillarlo una vez acabado el partido, podría decirse.

—¿Cómo lo vivió?

—Habíamos ganado un derbi, joder, en qué momento no vas a celebrar ganar un derbi fuera de casa. Siempre lo he visto eso en el fútbol. Su reacción fue desmesurada, recuerdo que nos decían que teníamos que celebrarlo dentro y yo les decía que nunca había celebrado una victoria fuera de casa dentro de los vestuarios. Yo tuve el orgullo de acabar el derbi portando el brazalete y cuando me lo señalé al final del partido noté a alguien por detrás y se montó la de dios. Lo de Joan -varios jugadores del Sporting agredieron a Femenías cuando este se encontraba solo- fue horrible.

—¿Verá el derbi de este sábado?

—Sí, seguro. Jugamos el domingo, así que lo veré tranquilamente en casa. Está claro quién quiero que gane, además el Racing está empatado a puntos con el Sporting [risas].

—En poco más de una semana, Oviedo-Racing en el Tartiere.

—Me hace ilusión, lógicamente, pero lo que me hace más ilusión ahora mismo es cerrar la permanencia del Racing. Es un club que necesita estabilidad y sería una alegría inmensa para Santander y Cantabria, así que estoy centrado en eso. Si además puedo venir al Tartiere ya sin nada en juego y me puedo despedir de la gente, pues genial. Pero lo primero es lo primero.