Los pequeños de la casa son como esponjas y funcionan, en buena medida, por imitación. Qué cocinamos, qué les contamos y cómo nos relacionamos con la comida determinará la alimentación de nuestros hijos

Por clásicos como «no te levantas de la mesa hasta que te comas las judías» o «si te portas bien te dejo tomar helado de postre», los españoles llevamos años estableciendo asociaciones de lo más confusas y erróneas con la alimentación. Siguiendo la teoría del perro de Pavlov, hemos asociado que ultraprocesados y productos plagados de azúcares, al ser tratados como una recompensa, son aspiraciones alimenticias y, por tanto, riquísimos alimentos (por llamarles algo) que desear. Lo mismo pasa, a la inversa, con verduras, frutas o pescados a los que de forma cotidiana les hemos colgado la etiqueta de aburridos, sosos o insípidos.

Cómo hablamos de los alimentos, qué les contamos a los pequeños de la casa acerca de la comida y, sobre todo, qué menús preparamos en el seno del hogar, supondrá la base de su educación alimentaria y podrá inclinar la balanza hacia un lado u otro. El Ministerio de Sanidad propone una guía de hábitos saludables que pueden tenerse en cuenta en el día a día. Asumiendo que las extensas jornadas laborales suponen una limitación en este menester, es importante sacar tiempo para comer todos juntos, al menos, una vez al día. La comida debe ser un motivo de reunión y un momento de ocio saludable. Pero ¿qué alternativas tenemos para que los niños no salgan huyendo? Aquí te señalamos algunas:

Estos platos que acabamos de proponer tienen como protagonistas algunos de esos alimentos que, parece que de manera natural, detestan buena parte de los menores. Sin embargo, si no los tratamos como si fueran de segunda categoría (cuando, de hecho, deberían ser premium en nuestra conciencia) y les damos una oportunidad con elaboraciones menos socorridas que un simple hervido, tendremos mucho ganado de cara al futuro. Además otros consejos pueden ser de gran utilidad.

--Es fundamental tener paciencia con los más pequeños; no se construyó Roma en un día.

--Pequeños hábitos pueden cambiar la diferencia a la hora de que comprendan que la comida es importante, y un hábito con el que ser responsables para garantizarnos una buena salud: masticar despacio, usar cubiertos, comer sentados... son cuestiones de poco calado que ayudan a entender la importancia de las comidas y que no todo vale.

--Desde los 3-4 años se les puede pedir que cojan determinados productos en el supermercado, explicándoles qué son y por qué son importantes para la salud.

--En cualquier ocasión se les puede enseñar a leer las etiquetas de los alimentos y a valorar los nutrientes que van a consumir.

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