Adiós a un clásico en Oviedo: el Bar Ponteo cierra sus puertas para siempre

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

LA VOZ DE OVIEDO

El hostelero Juan Manuel Fernández, junto con su mujer
El hostelero Juan Manuel Fernández, junto con su mujer

El hostelero José Manuel Fernández pone fin a su carrera laboral después de más de tres décadas al frente de este negocio. No hay relevo generacional ni tampoco hay interesado alguno en coger las riendas de un establecimiento que se ha convertido en el punto de encuentro de muchos ovetenses

24 nov 2023 . Actualizado a las 09:39 h.

El Bar Ponteo ya es leyenda del pequeño pueblo ovetense, perteneciente a la parroquia de San Claudio, del cual ha heredado su nombre. El establecimiento ha bajado ya sus persianas y lo ha hecho para siempre. El motivo: la jubilación de su arrendatario. A José Manuel Fernández le ha llegado el momento de poner fin a su carrera laboral para disfrutar a partir de ahora de un merecido descanso. El hostelero ha intentado por activa y por pasiva traspasar el negocio, pero «por desgracia» no lo ha conseguido. Es por ello que con él se pone punto y final a la historia de este clásico restaurante.

Fernández tiene sentimientos encontrados. Le da pena tener que dejar el negocio después de más de tres décadas al frente. Además esto conlleva despedirse de clientes que en algunos casos se han convertido en amigos. Pero por otro lado está feliz de no tener que trabajar nunca más. «Tengo 66 años, 47 de ellos cotizados. Creo que ya es momento de soltar responsabilidad y tener una vida un poco más relajada», asegura el hostelero, quien desde que comunicó a su clientela que se jubila no ha parado de recibir apretones de manos y algún que otro abrazo. Al final, el Bar Ponteo ha sido durante muchos años el punto de encuentro de muchos ovetenses.

Natural de Cangas del Narcea, José Manuel Fernández comenzó a trabajar en la hostelería con apenas 16 años. Después de emplearse durante un tiempo en Madrid hizo lo propio en La Manga del Mar Menor hasta que un pequeño accidente doméstico truncó durante un tiempo su vida laboral. Recuerda que estuvo de baja durante 18 meses y, tras recibir el alta médica, fue despedido por la empresa en la que trabajaba. Como contaba con cierto dinero ahorrado, más lo que recibió por la liquidación, decidió quedarse a vivir en su tierra natal.

El embutido es uno de los grandes reclamos del Bar Ponteo. El hostelero José Manuel Fernández lo tenía colgado detrás de la barra para aquel que lo solicitase vendérselo
El embutido es uno de los grandes reclamos del Bar Ponteo. El hostelero José Manuel Fernández lo tenía colgado detrás de la barra para aquel que lo solicitase vendérselo

Poco tiempo duró desempleado. En 1987, José Manuel Fernández decidió coger las riendas del Bar Ponteo, que en sus remotos orígenes era un comercio. Aunque por aquel entonces asegura que se ganaba mucho más dinero en Madrid que en Oviedo, dado que «los sueldos de la capital asturiana eran muy bajos», apostó por emplearse en la ciudad de manera autónoma. «Pensé: "Para que voy a trabajar para alguien pudiendo hacerlo exclusivamente para mí"», asegura el hostelero, quien desde entonces se ha encargado de mantener la actividad en este chigre.

No le ha resultado nada fácil hacerlo. Debido a la despoblación y las sucesivas crisis económicas José Manuel ha visto mermada su clientela. «Antiguamente cuando era Martes de Campo o San Mateo vendía 100 o 120 cajas de sidra. Ahora ni por asomo. La gente prefiere ir a la Senda del Oso o pasar la tarde en los merenderos del parque de Purificación Tomás. Esto hizo que yo, al igual que otros muchos negocios que conozco, fuésemos a menos», lamenta el hostelero.

El comedor del Bar Ponteo se sitúa en la planta de arriba y tiene una capacidad para aproximadamente 60 personas
El comedor del Bar Ponteo se sitúa en la planta de arriba y tiene una capacidad para aproximadamente 60 personas

Como mantiene la misma esencia del local que cuando abrió las puertas del mismo a finales de los 80 y ofrece suculentos platos de comida manteniendo las mismas recetas que antaño, cualquier persona que acude al Bar Ponteo se siente como si estuviera en su propia casa. A los clientes de toda la vida que acuden «todos los días del año» se suman aquellos que acuden a este establecimiento hostelero de San Claudio para probar sus afamados potajes. También el embutido que comercializa José Manuel se ha convertido en un auténtico reclamo. «Es de la parte de Cangas del Narcea y aunque es un poco más caro merece la pena pagar por ello porque es de primera calidad», resalta.

En más de una ocasión, José Manuel Fernández dio de comer al que fuera alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo. También alimentó al que durante un tiempo fue teniente coronel del cuartel de la Guardia Civil de Oviedo, el agente Cambrina. El hostelero recuerda también las grandes comilonas que preparaba para la peña El Acebo. «Primero empezó a reunirse aquí un comandante de la Guardia Civil con otros 8 o 10 compañeros. Luego empezó a unirse gente civil hasta que llegamos a hacer comidas de hasta 160 personas. Llamábamos a un tal Miguel que era de Grullos, en Candamo, para que nos asase unos corderos. Lo hacía maravillosamente bien y nos prestaba mucho», rememora.

Para celebrar grandes comidas en Bar Ponteo, José Manuel preparaba corderos asados
Para celebrar grandes comidas en Bar Ponteo, José Manuel preparaba corderos asados

Unos «buenos tiempos» que forman ya parte de la historia del Bar Ponteo, al igual que el resto de momentos que José Manuel presenció en su establecimiento. También el hostelero ha sido y es testigo de cómo esta parte de Oviedo poco a poco se va muriendo al quedar sin actividad económica. «Ya cerró Casa Concha que estaba en el Alto del Escamplero y también una parrilla que había aquí cerca. Un bar familiar que funcionaba en un pueblo de aquí al lado también cerró, al igual que otros tres bares de San Claudio», asegura antes de señalar que el motivo de estas clausuras se debe a la despoblación.

«Los bares pequeños de pueblo y de carretera van a terminar desapareciendo como las pequeñas tiendas de barrio»

Al reducirse considerablemente la población en este entorno «conlleva a que no haya clientes suficientes para mantener abiertos los locales». «Tengo un cliente con el que discuto siempre porque dice que sobran bares. A lo que le argumento que si en San Claudio hubiese 200 bares, significaría que habría 200 autónomos y algún que otro empleado. Si queda uno solo, apenas tendrá personal y el precio lo marcará él, cuando de esta manera habría más empleo y se podría aplicar la ley de la oferta y la demanda», asevera Fernández.

«Cuantos más negocios locales hay mejor porque la población no quedará tan pobre. Los bares pequeños de pueblo y de carretera van a terminar desapareciendo como las pequeñas tiendas de barrio que se comieron las grandes superficies. Ojalá no fuera así pero es la realidad. Pagas muchos impuestos y luego encima no tienes tantos clientes como para mantener abiertas las puertas», lamenta el hostelero. En su caso, estuvo un año entero «esperando» a ver si alguien estaba dispuesto a coger las riendas del Bar Porteo, tras hacer el correspondiente traspaso. Pero, «no hubo suerte».

Después de cerrar el martes por descanso, José Manuel Fernández no ha vuelto a subir más las persianas del restaurante que le ha visto crecer tanto personal como profesionalmente. Mientras que recoge la maquinaria del establecimiento e intenta sacar algo de dinero con ella en el mercado negro, el hostelero ya tiene la vista puesta en su jubilación. Aunque realmente le gustaría seguir trabajando, asegura estar bien de salud y además el bar se ha convertido en su rutina, considera que ya «más que suficiente» el tiempo que lleva trabajando.

Por el momento no sabe a qué se va a dedicar a partir de ahora, pero sí que tiene claro que «algo» tiene que hacer para echar el tiempo. Tiene bien claro que no se va a aburrir. «Cuando estuve viviendo en Madrid, compartiendo habitación con otro chaval, el día que tenía libre salía por ahí desde bien temprano. Compraba el periódico, iba a desayunar, luego daba un paseo hasta la Casa de Campo o al Parque de Atracciones. Por la tarde iba al cine, picaba algo por ahí para cenar y a las 20 ya estaba en la cama. Vamos que no paraba», rememora antes de señalar la finca que hay al lado del bar.

«Me encargo de limpiarla y tengo unas cuantas gallinas que atiendo todos los días. No descarto empezar a plantar unas patatas o unas berzas para ir teniendo un poco de huerta. Pero bueno, poco a poco, todo se irá viendo», asevera. Y es que mientras la salud acompañe todo lo demás es secundario.