Margarita Salas: una trabajadora incansable, un referente feminista

Elena Camacho

ASTURIAS

La investigadora Margarita Salas en la UIMP
La investigadora Margarita Salas en la UIMP UIMP

La bioquímica no fue solo una de las investigadoras importantes de España, fue también la primera científica con un sillón de la Real Academia Española

07 nov 2019 . Actualizado a las 17:05 h.

La bioquímica y pionera de la biología molecular, Margarita Salas, fallecida hoy a los 80 años, no solo fue una de las investigadoras importantes de España, sino que además fue una trabajadora incansable, un referente feminista, y la primera mujer científica con un sillón de la Real Academia Española.

Margarita Salas dedicó toda su vida a la ciencia y la investigación y, de hecho, seguía trabajando como investigadora Ad Honorem en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, en Madrid.

Su mayor logro científico fue el descubrimiento de una técnica que permite amplificar las muestras más pequeñas de ADN en cantidades suficientes para hacer un análisis genómico completo, una invención que se convirtió en la base de la genética moderna, con aplicaciones en todo tipo de campos.

Su descubrimiento, desarrollado en forma de kits de secuenciación de ADN fáciles de usar logró la patente en Estados Unidos en 1991 y la europea seis años después, y solo entre 2003 y 2009 (al expirar) generó más de seis millones de euros en beneficios para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), el mayor centro de investigación público español.

Hoy en día, su técnica se usa en múltiples aplicaciones, como estudiar microbios, analizar el desarrollo embrionario, profundizar en el conocimiento de los tumores, e incluso para catalogar fósiles (arqueología) o encontrar sospechosos de un crimen (forenses).

Pero junto a su trabajo como investigadora, Margarita Salas será recordada como una gran defensora de los derechos de las mujeres, como un referente feminista, y sobre todo como un modelo para las niñas con vocación científica.

Salas ha muerto hoy en Madrid a la edad de 80 años, el día que se cumplen 152 años del nacimiento de otra gran científica y pionera, la polaca Marie Curie y lo ha hecho además cumpliendo un sueño: emular a su gran referente, Rita Levi-Montalcini, quien falleció en 2012 (con 103 años) y fue al laboratorio hasta el último día.

«Ella decía que lo importante no era tener arrugas en la cara sino no tener arrugas en el cerebro. Y en broma digo: cuando sea mayor quiero ser como Rita Levi-Montalcini», dijo en una reciente entrevista a Efe.

La asturiana Margarita Salas (Canero, 1938) -hija de una maestra de la República y de un padre defensor de la Institución Libre de Enseñanza- tuvo las mismas oportunidades que sus hermanos.

Licenciada en Ciencias Químicas y doctora en Bioquímica por la Universidad Complutense de Madrid, amplió estudios en la Universidad de Nueva York donde, entre 1964 y 1967, fue alumna del Nobel español Severo Ochoa.

Cuando comenzó su tesis doctoral en 1961, las mujeres no se dedicaban a la investigación pero Ochoa «siempre me trató como una persona, independientemente de que fuera mujer», explicó ella misma.

De regreso a España, con la ayuda de su marido el investigador Eladio Viñuela, puso en marcha un laboratorio en el que ambos compartieron trabajo hasta 1970 cuando él optó por el estudio del virus de la peste africana.

En 1967 Salas comenzó a estudiar el virus bacteriófago Phi29, hasta que en 1970, descubrió una proteína que se encarga de copiar el ADN -la ADN polimerasa-, capaz de producir copias genéticas de forma precisa desde rastros diminutos, como una gota de sangre.

El descubrimiento, patentado en 1989, es el que más regalías ha aportado al CSIC en toda su historia y la confirmación de que Margarita Salas es y será una de las grandes de la ciencia.

Fue profesora de Genética Molecular en la Facultad de Químicas de la Complutense, dio clases en Facultad de Ciencias de la Universidad Autónoma de Madrid y desde 1974 fue profesora de investigación del CSIC en el Centro de Biología Molecular Severo Ochoa, que dirigió hasta enero de 1994.

Además, fue académica de la Lengua, presidenta de la Sociedad Española de Bioquímica y la cuarta española y primera mujer miembro de la Academia Nacional de Ciencias de Estados Unidos, entre otros muchos cargos.

Recibió innumerables distinciones, fue nombrada doctora Honoris Causa por una decena de universidades, firmó más de 300 publicaciones científicas y tres patentes, un legado infinito difícil de igualar.