Heroínas sin rostro: las resistentes asturianas contra los nazis

G. GUITER

ASTURIAS

Una mujer en la resistencia francesa. Al menos 39 españolas son reconocidas con ese estatus cuando acaba la guerra, pero fueron muchas más
Una mujer en la resistencia francesa. Al menos 39 españolas son reconocidas con ese estatus cuando acaba la guerra, pero fueron muchas más

Solo existe constancia oficial de dos entre las escasas mujeres reconocidas por Francia como combatientes, aunque en realidad fueron muchas más

25 sep 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

¿Qué fue, en realidad, la resistencia durante la Segunda Guerra Mundial? ¿Quién concede el título de resistente, con qué criterio? Estas son cuestiones fundamentales para entender por qué muchos españoles, y españolas en particular, quedaron fuera del imprescindible cuadro de héroes generado por Francia en la posguerra.

Para el historiador Diego Gaspar Celaya, que participó esta semana en las jornadas sobre el exilio asturiano de 1937 tituladas A la mar fui por naranjas (Archivo Histórico de Asturias), históricamente se ha caído en «un mal uso del término resistencia, que para el Partido Comunista francés tiene una noción más amplia y para el Gaullismo, más restrictiva y militar, que es la que la triunfa. Y la lógica archivística está condicionada por este concepto». Es decir, que no hay registros oficiales, aunque sí numerosos testimonios personales.

Aquí es donde Gaspar incide en esa «homologación» que contabiliza unos 200 asturianos como participantes en la resistencia en Francia, «pero esos no son todos, ni mucho menos». Y tampoco las mujeres, claro está.

En un artículo (Combatir sin armas. Mujeres españolas al servicio de la Francia Combatiente, 1940-1945, revista Historia Social), Diego Gaspar estimó que, desde la derrota de Francia en 1940 hasta el fin de la guerra en 1945, hubo miles de mujeres voluntarias en «tareas consideradas -en la época y por los hombres- como auxiliares y/o secundarias», bien como personal de las Fuerzas Francesas Libres (FFL) o bien al servicio de la llamada Francia Combatiente.

Una imagen muy poco corriente de una mujer en la resistencia francesa de la segunda guerra mundial: Simone Ségouin, que retrató el célebre Robert Capa
Una imagen muy poco corriente de una mujer en la resistencia francesa de la segunda guerra mundial: Simone Ségouin, que retrató el célebre Robert Capa

Lo cierto es que hacían casi de todo en el combate, salvo tomar directamente las armas: agentes de redes de información, acción y evasión conectadas con las inteligencias francesa (en el exilio) y aliada, avituallamiento, guías de montaña, alojamiento, falsificación de documentos… trabajos «en los que no operaba limitación alguna de género», a diferencia de lo que ocurre en ejército regular. Tampoco sus riesgos eran menores, pues la Gestapo no hacía distinciones.

Diego Gaspar explica que, según fuera su compromiso, las agentes eran clasificadas como P0 (ocasionales), P1 (seguían con sus ocupaciones personales mientras trabajaban para la resistencia) o agentes P2 (se dedicaban en exclusiva a la lucha). Las mujeres no recibían rangos militares. Las Fuerzas Francesas Combatientes (FCC) solo «homologaron» a 39 españolas de ese periodo.

Ellas son algunos de los poquísimos casos reconocidos, lo que constituye para Gaspar un error: «Solo se consideraba que los que disparaban las armas eran los resistentes, pero ellas las transportaban. ¿Qué diferencia hay?». Además, realizaban otras labores fundamentales como el transporte de personas y material, espionaje, correo… todo un mundo subterráneo sin reconocimiento. «Durante décadas, dicha marginación, presente en los textos oficiales, ha tenido su reflejo en una historiografía que permaneció muda ante la participación de las mujeres en la defensa nacional francesa», señala.

Las asturianas

El investigador cita al menos dos resistentes conocidas: Nieves Castro Feito (Oviedo, 1918) y Pilar Álvarez (Muros, 1917). La primera, apodada Nievines, que dejó unas memorias (Una vida para un ideal: recuerdos de una militante comunista) pasó a Francia con la caída del Frente Norte, en octubre de 1937. Después volvió a entrar por Cataluña y acaba exiliándose en 1939 y trabajando en la resistencia. Fue detenida por los alemanes y deportada a Alemania, pero sobrevivió.

También fue el caso de la mierense Pilar Álvarez, que trabajó para la rama francesa del SOE (Special Operation Executive, los servicios secretos británicos) en la red Héctor (seudónimo de Maurice Southgate) de Buckmaster y fue uno de los 30 agentes con la categoría P2. No obstante, hay constancia de que su familia también participaba en la resistencia, entre ellos una hermana.

Según escribió su propia hija, Catherine Laborde, Pilar Álvarez (bajo el seudónimo Irene) era la prometida del capitán Charles Rechenmann (Julien), un destacado agente francés del SOE, y vivía en el número 28 de la plazce Marcadieu de Tarbes, donde daba alojamiento a resistentes y servía de correo.

El piso franco de Álvarez habría sido descubierto por la Gestapo y, aunque ella logró huir, figuraba ya en la lista negra de los alemanes, según Paul McCue (Behind enemy lines with the SAS: the story of Amédée Maingard-SOE Agent). «Escapó a la zona rural y, aunque su hermana y su hermano fueron detenidos, después fueron liberados por las FFI poco después del día D». Su prometido, Rechenmann, corrió peor suerte: fue deportado y falleció en Buchenwald en 1944, aunque Pilar no lo sabrá hasta el final de la guerra. Ella fue condecorada por la reina de Inglaterra, se casó y tuvo tres hijas: Geneviève Laborde, la actriz Catherine Laborde y la periodista y escritora Françoise Laborde.

Obviamente, las compañeras de Rechenmann y los resistentes masculinos corrían el mismo riesgo que ellos. En el caso de ser descubiertas, «todas fueron detenidas, encarceladas, y en muchas ocasiones deportadas a campos nazis», dice Gaspar. Fueron muchas las mujeres que dieron soporte y se jugaron la vida de esta forma, pero siguen siendo, hasta el momento, desconocidas.