El ojo del buen comprador: escoger lo durable y lo reparable

Elena Plaza REDACCIÓN

ASTURIAS CON R

Emilio Cerdá junto con Amelia Bilbao en la primera Jornada sobre Economía Circular organizada por ASATA
Emilio Cerdá junto con Amelia Bilbao en la primera Jornada sobre Economía Circular organizada por ASATA ELENA PLAZA

Recordamos con expertos que una decisión de compra responsable implica apostar por servicios más que por productos, abandonar el usar y tirar, reparar los estropeado... Hay más de 90.000 millones de teléfonos móviles en el mundo y se van a tirar a vertederos con todos sus valiosos metales preciosos

03 abr 2019 . Actualizado a las 11:09 h.

La primera vez que se habla de Economía Circular en la UE es en 2011, en una comunicación en la que se establece una Hoja de ruta hacia una Europa eficiente en el uso de los recursos. En 2014 vuelve a aparecer en otra comunicación en la que refiere un programa de residuos cero, mientras que ya en 2015 establece cómo Cerrar el círculo: un plan de acción de la UE para la economía circular, mientras que el año pasado se estableció un marco de seguimiento de la implementación de este nuevo modelo económico. Todos estos aspectos los desgranó el catedrático de la Universidad Complutense de Madrid Emilio Cerdá dentro de las jornadas Economía Circular: hacia la ecoeficiencia empresarial, organizadas por la Agrupación de Sociedades Asturianas de Trabajo Asociado y Economía Social (ASATA) con el fin de contribuir al cambio de mentalidad para favorecer el cambio de paradigma.

Y es que la economía circular, como resalta Cerdá, no es una medida medioambiental, sino que tiene que ver con la economía en general, siendo considerada como una política industrial transversal, ya que abarca diferentes campos del pensamiento, la economía… La circularidad permite la incorporación de los residuos en el modelo de producción, donde el medioambiente, además de productor de recursos, se convierte en sumidero de residuos. «Pensar en llegar a los residuos cero es imposible. No todo se puede reciclar, pero todo lo que se pueda reciclar, reciclémoslo», anima este profesor de Económicas con perfil matemático.

A Cerdá le gusta tirar de ejemplo con la Fundación Ellen MacArthur y su impulsora, que recorrió el mundo en un barco apañándose sólo con lo que llevaba en él. Esto la hizo recapacitar sobre el momento consumista que se vivía. Y ese fue el germen para crear su fundación. «Una economía circular es reparadora y regenerativa por diseño, y pretende conseguir que los productos, componentes y materiales mantengan su utilidad y valor en todo momento», comenta el catedrático, un concepto que distingue entre «ciclos técnicos y ciclos biológicos». Los recursos se regeneran dentro del ciclo biológico y se recuperan y restauran gracias al ciclo técnico.

¿Cuándo la economía dejó de ser circular?

El momento no es concreto, pero que las pequeñas economías, que en las casas se practicaba esta circularidad, se reparaba, se aprovechaba todo, apenas existía el plástico… es una realidad no muy lejana en el tiempo. Una vez olvidada, es ahora, cuando empezamos a ser conscientes del cambio climático, de la cercanía del fin de determinadas materias primas y materiales finitos, del consumismo exacerbado… cuando hay que volver a la circularidad por imposición legal. El caso es que este nuevo paradigma económico vuelve sus ojos a prácticas casi olvidadas y crea, o recupera, nuevos nichos de mercado, como los relacionados con el mantenimiento y la reparación, los mercados de segunda mano, «algo fundamental en economía circular», señala Emilio Cerdá.

Junto a estos dos aspectos también se refiere a la redistribución, por ejemplo de los alimentos, una preocupación cada vez más presente la del despilfarro alimentario. Y apunta a entidades como el Banco de Alimentos o iniciativas cada vez más comunes, como aquellos restaurantes que al final del día pone a la venta a un precio más bajo los excedentes: «eso es redistribuir el recurso».

Si fundamentales en economía circular son el mantenimiento y la reparación, no menos lo son la refabricación y el reciclaje, señala también el experto universitario. Es el caso de un mercado que comienza a moverse donde se fabrican productos como coches o móviles con piezas reutilizadas, en lugar de nuevas, algo que considera «de sentido común. Tiramos todo por sólo una parte que no funciona. Y así hay más de 90.000 millones de teléfonos móviles en el mundo, más que personas, y que se van a tirar a vertederos. Dentro de ellos hay metales preciosos que no recuperamos. Es decir, que estamos enterrando recursos no renovables muy valiosos».

Cerdá también hace hincapié en que «la circularidad empieza en el diseño, no en la captación del recurso. Diseñemos con la menor cantidad posible de recursos». Y da con otra clave de la economía circularidad, la gestión de residuos, «sólo una parte junto con los ciclos biológicos y técnicos, el ecodiseño y el círculo interno (reutilizar, reparar, restaurar, redistribuir…). Teniendo en cuenta todos estos puntos, haremos que los productos estén dentro de la economía el mayor tiempo posible».

El papel de los consumidores

Según diferentes estudios que lo avalan, como el de la Fundación Conama, que promueve el intercambio de conocimiento en pos del desarrollo sostenible, el papel tanto de consumidores como de ciudadanía es fundamental. En primer lugar por sus decisiones de compra, animando a que favorezcan las innovaciones que respondan al modelo de circularidad; en segundo con su implicación en modelos de negocio circulares que requieren de su colaboración, como los basados en el uso compartido o la extensión de la vida útil (como con las reparaciones), prestando más importancia a lo que sea servicio y no producto; por último con la colaboración en la separación de los residuos.

Según un estudio conductual sobre el compromiso de los consumidores de la UE, realizado por la Dirección General de Justicia y Consumo de la Comisión Europea en octubre de 2018, se extrae que los consumidores están dispuestos a implicarse en prácticas de economía circular, aunque en la actualidad este compromiso sea bajo, que el 64% repara productos y que el 90% de la población no tiene experiencia en servicios de alquiler o arrendamiento con opción de compra o en adquisiciones de productos de segunda mano.

Es destacable también, según Cerdá, el hecho de que falta información respecto a durabilidad y reparabilidad así como el escaso mercado de segunda mano suficientemente desarrollado. Dar esta información es «altamente efectiva para cambiar las decisiones de compra hacia productos con mayor durabilidad y reparabilidad». También es cierto que la mayoría de las personas asocian durabilidad con calidad y reparabilidad con disponibilidad de piezas de repuesto, al mismo tiempo que consideran la reparabilidad menos importante que la durabilidad. Y no deja de ser curioso que, cuando se da información sobre durabilidad y reparabilidad, los consumidores son tres veces más propensos a comprar productos con mayor durabilidad y dos veces más propensos a comprar productos con mayor reparabilidad.

Cerdá explica que este estudio también hace una serie de recomendaciones como fortalecer las actitudes y la sensibilización con el medioambiente, facilitar la reparación, crear incentivos financieros para la durabilidad y reparabilidad y reforzar y aplicar la legislación que exige el suministro de información precisa a los consumidores.

Ejemplos en Europa

El profesor de la Complutense hace un breve repaso por algunas legislaciones europeas en las que se favorecen todos estos aspectos. Por ejemplo, en Francia la normativa es muy estricta acerca de facilitar información sobre la reparabilidad y las piezas de repuesto antes de la compra. En la región de Flandes (Bélgica) se creó una red extensa para la reutilización, subsidiando a las tiendas productos de reutilización. Con esta medida se consiguió en 2015 unas tasas de reutilización de más de 5 kilos por habitante a través de estas redes.

También señala Cerdá los beneficios fiscales. En el caso de Suecia el IVA a aplicar a reparaciones de bicicletas, ropa y zapatos bajó del 25% al 12% en 2017, mientras que los clientes pueden solicitar en el impuesto sobre la renta la devolución del 50% de los costes laborales de reparación de aparatos eléctricos. Bélgica redujo del 21% al 6% el IVA para servicios menores de reparación, introducido en 2000 como programa piloto de la UE y que ha pasado a ser permanente desde 2011.

En cuanto a los plásticos, y según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación (FAO), cada año van a parar al mar 8 millones de toneladas de plástico, un material que se comienza a degradar a partir de los 50 años. En esta línea, Ruanda y Bangladesh han prohibido todas las bolsas de plástico y Francia prohibirá a partir de 2020 los platos, vasos y cubiertos de plástico. Canadá ha añadido los microplásticos en la lista de sustancias tóxicas, mientras que EE.UU. y el Reino Unido han prohibido el uso de estos en los cosméticos.