El imán de Ripoll gestó en Bruselas un ataque mayor que el del 11M

María Cedrón LA VOZ EN BARCELONA

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La cafetería Esperanza era el único lugar, al margen de la mezquita, que frecuentaba el imán
La cafetería Esperanza era el único lugar, al margen de la mezquita, que frecuentaba el imán MARÍA CEDRÓN

Volvió a la localidad desde Bruselas, donde vivió en uno de los focos del yihadismo

21 ago 2017 . Actualizado a las 15:02 h.

La primera vez que Abdelbaki Es Satty, el sospechoso de haber captado a los jóvenes que perpetraron los atentados del jueves en Barcelona y Cambrils, llegó a Ripoll hace unos años lo hizo para ejercer de imán en la mezquita El Fath, el único centro religioso islámico que entonces había en el pueblo para dar servicio a una comunidad de poco más de 600 personas. «El problema es que, después de estar un tiempo, quería que le subieran el sueldo. Pero con la crisis, la gente no tenía mucho margen para subir la aportación, no podían permitírselo [las mezquitas se sostienen únicamente con la aportación de los fieles]. Entonces se fue». Es lo que recuerda Mohammedi Chabar, que ahora acude a orar a la otra mezquita del pueblo, la Annour, fundada hace año y medio.

Otros dicen que las diferencias entre el imán y los responsables de El Fath fueron que quería dar clases más allá del árabe.

Por una razón u otra, como coinciden varios miembros de la comunidad, Abdelbaki emigró a Bélgica. En el pueblo hay gente que tiene familia allí. «Al menos eso fue lo que nos dijo», explica un miembro de la comunidad Annour. «Se fue en el 2015 y regresó en el 2016. Estuvo allí entre seis o siete meses», matiza Chabar. En concreto, parece que se fue a Vilvoorde, en las afueras de Bruselas, como reconoció al canal belba VRT el alcalde de la localidad, una de las cunas del yihadismo europeo.

Puede que su estancia en esa localidad comparable a otros municipios belgas como Verviers o al tristemente más popular barrio de Molenbeek, en Bruselas, acelerara el deseo de este imán de emular los actos terroristas del 11M. De hecho, había establecido vínculos de amistad con algunos detenidos por los atentados de Madrid, a quien conoció cuando estuvo encarcelado por tráfico de drogas.

Escasez de imanes

El imán regresó a Ripoll atendiendo la llamada de los directivos de la comunidad Annour, fundada en abril del 2016. «No sé por qué, pero es muy complicado encontrar un imán; no hay, igual porque no hay centros de formación suficientes, no lo sé; como teníamos el teléfono de este, lo conocíamos, había estado en Ripoll... lo llamamos para que viniera. Estuvo aquí dando clase con ayuda de nosotros hasta junio; desde entonces no tenemos un imán», porque desapareció del pueblo, dice el secretario de la comunidad, Hammou Minhaj.

Abdelbaki era un hombre de pocas palabras. No se relacionaba con mucha gente. Solo iba a tomar el té a una pequeña cafetería, La Esperanza, ubicada cerca de la mezquita, justo frente a la estación del tren. Entrar en ese local, salvo por una bufanda del Barça, es como viajar a un bar de Marruecos. Hombres que charlan en torno a un té o un café. «No hablaba mucho, ni andaba con tonterías. Cargaba el móvil y ya está», cuentan quienes lo veían en el bar. Por lo demás, no era muy sociable. «A la mezquita llegaba cinco minutos antes de empezar y marchaba cinco minutos después. Venía a las celebraciones, pero nada más», añade Hammou.

Los autores del atentado no habían pagado las cuotas de la mezquita
Los autores del atentado no habían pagado las cuotas de la mezquita MARÍA CEDRÓN

Ni sus propios vecinos tenían relación con él. «Vivía en el bloque de al lado -cuenta una vecina-; no lo conocía, lo único que oía era un gran movimiento en la escalera, de abajo a arriba, de arriba, abajo», dice. Puede que fuera ahí donde empezó a adoctrinar a los jóvenes elegidos para su causa. Cuenta un joven que durante las clases hacía preguntas. «Puede que por las respuestas distinguiera quiénes eran más vulnerables». Otro amigo de algunos de los jóvenes de la célula dice que sus amigos eran religiosos, pero a la mezquita solo iban una vez a la semana. No estaban todos los días allí. Las sospechas apuntan a que los mensajes los daba en otro lugar. Para pasar desapercibidos.

Radicalizó a una docena de jóvenes en un proceso de menos de un año

M.S. P.

Los servicios antiterroristas de los Mossos d’Esquadra aseguran ya tener «evidencias» de que el imán de Ripoll Abdelbaki Es Satty sometió a una docena de jóvenes del pueblo a un «proceso exprés» de radicalización para convertirlos en yihadistas que duró menos de un año y que fue plenamente exitoso. Los especialistas del cuerpo autonómico revelaron ayer que Es Satty usó la nueva mezquita del pueblo que dirigió durante unos meses como gancho para captar a los futuros terroristas, pero que luego continuó el adiestramiento de los jóvenes marroquíes, casi todos por debajo de los 30 años, fuera del entorno del centro religioso para evitar infiltraciones. «Fue una operación de captación, adoctrinamiento, radicalización y entrenamiento militar» muy medida y «alejada de cualquier improvisación» que lleva el marchamo del Estado Islámico, según explican mandos del operativo, que creen que dirigía directamente al grupo.

Entrenado por el EI

El imán terrorista desapareció unos meses entre finales de 2016 y principios del 2017. A algunos les dijo que se marchaba a Bélgica y a otros, que iba a visitar a su mujer y a sus hijos (aseguraba tener más de una decena) a Marruecos. Los mossos creen que, en realidad, fue al extranjero a recibir directamente órdenes y preparar la logística de los atentados con apoyo directo de expertos del Estado Islámico. Sea como fuere, desde principios del 2017 Es Satty y algunos de sus acólitos comenzaron a frecuentar la casa de Alcanar. Para entonces, primavera, el imán estaba ya volcado en pleno en la preparación de los atentados en Alcanar. La ubicación del cuartel general de la célula -explican los mossos- no está elegida al azar. Alcanar, al sur de Tarragona, está a más de 300 kilómetros de Ripoll. Allí ninguno de los terroristas era conocido. Durante meses, el imán, que se sospecha que está entre los dos o tres fallecidos de la explosión del pasado miércoles, trabajó en la preparación de los explosivos más sofisticados que usa el Estado Islámico, el inestabilísimo y potentísimo TATP (conocido como la Madre de Satán). Sus acólitos, entre tanto, siguieron llevando una vida aparentemente normal en Ripoll.

«Eran sociables, tenían amigos cristianos»

Un joven mira al suelo alicaído. Está sentado en el zócalo que delimita el césped de la plaza principal de Ripoll. Es musulmán, amigo de algunos de los jóvenes que formaban la célula. «No podía creerlo; todo el mundo habla de ellos como terroristas, pero eran vecinos, amigos. Hace poco estuve jugando con alguno al escondite. Eran niños. Bueno uno de los mayores era como un hermano también. Cuando veo la tele digo ‘no puede ser, son inocentes, alguien los metió en eso’; pero no, porque son culpables», dice mientras espera a unos colegas «para olvidarme un poco de todo esto». A tres de los jóvenes -ahora muertos los tres- los conocía de toda la vida. Uno trabajaba en un kebab, otro en una fábrica. No entiende esa transformación. «Tenían una pandilla, eran sociables, tenían amigos cristianos, les gustaba ir a la playa, jugaba con ellos a la Play, venían a casa, nos hacíamos regalos por el cumpleaños...», cuenta. Parece que intenta repasar los recuerdos para tratar de encontrar alguna pista sobre los motivos del cambio. «El Corán no dice nada de lo que busca esa gente, pero hay algunos que lo usan; lo que hacen es una interpretación que no es. A nosotros nos dan clase del Corán en la mezquita, yo voy a la otra [el Fatch]», dice.

Los chicos adoctrinados supuestamente por el imán iban a Annour. Al menos los nombres de algunas aparecen en los listados de miembros que abonan la cuota. El listado, colgado en un tablón dentro de la mezquita, muestra que el joven fugado, Younes, no ha pagado nada en todo el año. No saben por qué.

Ayer por la tarde, los mossos entraron de nuevo en el recinto para proseguir la búsqueda de algún indicio sobre el imán que abandonó el lugar en junio. La investigación para atar los cabos sueltos continúa.