Cecilia Díaz, socióloga alimentaria: «Calcular el daño que hace la publicidad en la alimentación es imposible»

Nel Oliveira
Nel Oliveira REDACCIÓN

SABE BIEN

Cecilia Díaz-Méndez
Cecilia Díaz-Méndez

Es una de las coordinadoras de la publicación «El malestar de la alimentación», con la que varios expertos abordan una visión global del sistema a través del análisis de fenómenos particulares

11 may 2021 . Actualizado a las 11:41 h.

La catedrática de Sociología en la Universidad de Oviedo Cecilia Díaz-Méndez coordina -junto con la también profesora de Sociología Isabel García-Espejo- el libro El malestar con la alimentación (Ediciones Trea), que ofrece una visión conjunta del sistema alimentario actual a través del análisis de fenómenos particulares. Más de una veintena de expertos en la materia han participado en esta publicación.

-¿Qué referencias o puntos de partida han tenido para escribirlo?

-Venimos observando que hay un centro de atención entorno a la alimentación que tiene que ver con la salud. Vemos que se están dando respuestas muy diversas para buscar esa salud a través de la alimentación. Nos han llamado la atención lo que nosotros llamamos particularismos alimentarios. En este sentido nos encontramos con respuestas que hacen pensar que la gente está intentando vincularse a la alimentación más natural. También reacciones de los consumidores diciendo que necesitan saber más sobre los productos que compran. Le dimos a todo la categoría de malestar para entenderlo en conjunto, pero a la vez estudiarlo por separado. Por eso hay tanta diversidad de propuestas en el libro.

-¿Por qué muchos consumidores desconfían del sistema alimentario?

-Por la separación que progresivamente se ha dado entre quien produce y quien consume. La gente no tiene información directa sobre la forma en la que se producen los alimentos y sobre todo lo que pasa hasta que llegan a sus manos. Eso genera desconfianza. No obstante, la Administración ha intentado suplir esa información que falta con varias normativas en el etiquetado, los ingredientes del producto u origen, por ejemplo. Sin embargo, no parece que eso al consumidor le resulte suficientemente satisfactorio.

-Desconfían del sistema, pero ¿cree que el consumidor se siente engañado?

-No, no creo que sea la palabra. Creo que el consumidor cada vez se ha hecho más consciente y reflexivo. Es consciente de que, por ejemplo, la publicidad engaña. Es una estrategia de persuasión. Pero en ningún caso se deja engañar. Creo que se siente desinformado, desconectado con el origen de los productos, no suficientemente apoyado por las instituciones, pero no engañado.

-¿Qué nos influencia a la hora de alimentarnos?

-Una de las cosas que más no ha llamado la atención es el aumento de la participación política a través del consumo. Es decir, una acción política en la elección de los productos. Con ello quiero decir que hay detrás una reflexión acerca de la procedencia que tienen estos productos, la forma en la que se producen. Siendo muy críticos con el bienestar animal o malas condiciones de los trabajadores. Todo esto antes era ajeno al ámbito del consumo.

-¿Es un error que la industria trate al alimento como una mercancía?

-No sé si se debería hablar de errores. Estamos hablando de un sistema de organización de la producción que da respuesta a las necesidades alimentarios. Respecto a los alimentos, son una mercancía. No es que se traten como tal. No obstante, compramos mercancía, pero queremos alimentos. Quizá sea esa contradicción la suscita el malestar del consumidor y provoca una sensación de que no tienes lo que realmente quieres.

-¿Se puede confiar en los productos y alimentos ecológicos teniendo en cuenta que la industria está poniendo el ojo en la marca «producto ecológico»?

-En la medida en que lo ecológico se incorpora como una estrategia de marketing funciona también como el resto de las estrategias de marketing. Hace un tiempo era lo tradicional. Hace un poquito más era lo «sin» o lo saludable. El cliente lo identifica como una estrategia de marketing, pero eso no quiere decir que la agricultura ecológica no sea importante o no tenga peso. Además, lo ecológico es un valor en alza.

-¿Cuánto daño hace la publicidad a la alimentación?

-Calcular los daños es imposible. Digamos que la publicidad está integrada en el sistema. La cuestión es cómo se gestiona eso o cómo se regula. Lo que es interesante es pensar es en cómo están afectando las nuevas vías de información, que también tienen menos control, como las redes sociales. Pero los problemas no están solo ahí, ya que la publicidad ya es un medio viejo.

-¿Cómo puede cambiar el sistema alimentario?

-Es una pregunta demasiado compleja. Lo que decimos es que tiene algunas contradicciones sobre las que se debería reflexionar. Por ejemplo, no tiene sentido que en este mundo, donde hay suficientes alimentos, haya obesos y famélicos. Esa contradicción no es soportable. Es una de las cosas por las que hay que replantear el sistema y pensar en una transformación. El sistema agroalimentario está formado por muchos actores que tienen que trabajar en colaboración. Lo que plantea es que todo ellos se planteen un objetivo común: lograr una alimentación saludable apoyada en un sistema sostenible.

-Sobre esa paradoja entre la obesidad y la desnutrición. ¿La obesidad está estigmatizada?

-Se está empezando a hablar de la estigmatización de la obesidad. La verdad es que no creo que ahora en España se pueda hablar de estigma en este sentido. Pero sí es verdad que en la medida en que se asocia con grupos sociales más desfavorecidos puede generar una discriminación que se transforme en rechazo. Hay que ser cautelosos con este asunto, por supuesto.

-¿Cree que enfermedades alimentarias como la bulimia son un indicio de que el sistema funciona mal?

-Ha sido un problema de hace algunos años, junto a la anorexia, que ha sido sustituido por claramente por la obesidad, que se ha convertido en una epidemia. Estas enfermedades están asociadas tanto a las cuestiones alimentarias como a la presión por mantener una imagen determinada, por eso también afecta más a las mujeres.

-En cuanto a las instituciones públicas. ¿Cómo valora su papel y qué están aportando para cambiar los malos hábitos?

-El Estado tiene un papel regulador del sistema alimentario y un papel transmisor de los modelos saludables a seguir. Eso se hace en todas partes, pero el problema es que convive con información no institucional, que no tiene el mismo grado de control y veracidad. Con lo cual es más fácil que haya distorsiones.

-¿Cómo ha cambiado la alimentación en las últimas décadas?

-No es posible dar una respuesta. Solamente decir que lo ha hecho al mismo ritmo que el resto de la sociedad. Han cambiado los valores, las creencias y dentro de esa transformación también la forma de alimentarnos. De forma más concreta, por ejemplo, se han reducido el número de platos en la mesa, cambios en los roles domésticos aunque siga siendo la mujer la que se encargue principalmente de la alimentación o pequeñas modificaciones en los horarios.

-¿Cuál sería el modelo o el país a seguir alimentariamente hablando?

-Es una idea abstracta, pero hay que ir hacia una alimentación saludable y sostenible. Probablemente haya que definir esos dos conceptos porque son ambiguos y no todos los agentes del sistema agroalimentario tienen el mismo concepto. Hay que intentar unificarlos para que todos actúen unidos para lograr una alimentación saludable y sostenible para todos.