La muerte de Juan Fombona: casi una tragedia familiar

J. C. GEA GIJÓN

GIJÓN

Un ramo de flores en el punto de la avenida de Dionisio Cifuentes donde fue atropellado Juan Fombona
Un ramo de flores en el punto de la avenida de Dionisio Cifuentes donde fue atropellado Juan Fombona

La detención de Álvaro A. S., amigo muy cercano del fallecido, conmociona a los familiares, allegados y vecinos, y abre una incógnita sobre el silencio del detenido durante los dos días que siguieron al atropello

06 dic 2017 . Actualizado a las 08:36 h.

Empezó siendo la noticia de un suceso anónimo -el atropello mortal con fuga de un hombre indocumentado en la madrugada gijonesa- y ha acabado convirtiéndose en una tragedia casi familiar: el incomprensible caso de dos amigos de toda la vida que salen juntos a cenar y tomar unas copas en una noche como tantas, pero de la que solo regresará uno de ellos. El otro caerá atropellado por su propio compañero. Y este no solo huirá del lugar sin prestar auxilio sino que guardará silencio durante tres días, antes de que las evidencias conduzcan a su detención, e incluso después ante la policía y el juez. Todo ello, en un escenario que cabe en apenas en una recta de un 750 metros del pequeño mundo de todos los días: los que unen el pub de Somió donde Juan Fombona Braga disfrutó su última noche, su domicilio familiar en el barrio de Fojanes y -apenas a unos metros, en el camino de los Tulipanes-, el del empresario Álvaro A. S., que ha pasado ya su primera noche en prisión comunicada y sin fianza acusado de homicidio imprudente, omisión de socorro y conducción bajo efectos del alcohol. 

La otra recta -la de la cronología de los hechos tal como los está reconstruyendo la instrucción policial y judicial- ha sido un encadenamiento de revelaciones que han ido concentrando el foco desde la total indefinición del primer momento hasta la asfixia de un escenario prácticamente doméstico; un estrechamiento del campo que ha ido sumiendo a familares, allegados y vecinos de Gijón en un estado de creciente angustia y estupor. En primer lugar, cuando se conoció la identidad del fallecido: Juan Fombona, 'Fombas' para sus cercanos, miembro de una familia muy conocida y apreciada tanto en la vecindad de la tranquila parroquia semirrural de Somió como en el barrio de El Llano, donde los Fombona regentan desde hace tres generaciones una farmacia en Alonso de Ojeda. No hay testimonio que no lo pinte como un hombre de carácter bondadoso y afable al que muchos le profesaban una cálida amistad desde sus tiempos de alumno de la Inmaculada, colegio donde también estudió Álvaro A. S.

De indocumentado a amigo de infancia

La primera en saber que se trataba de él fue la médica que acudió a atender a un hombre anónimo e indocumentado que agonizaba sobre el asfalto mojado por la lluvia de la avenida de Dionisio Cifuentes, bien pasadas las 4.00 de la madrugada del sábado. La ambulancia voló desde el cercano hospital de Cabueñes, avisada por un guardia de seguridad al que a su vez alertó el tremendo sonido del atropello y salió a prestar auxilio a quien ya no podía recibirlo. Lo que para la doctora Marta Nonide iba a ser una salida tan terrible como muchas otras -pero al fin y al cabo, impersonal- se transformó en algo personal hasta el desgarro. Casi familiar también. Porque al cabo de un momento, los rasgos indistintos del herido, corroborados por los datos del teléfono móvil que portaba, se le fueron transformando en los del amigo de infancia e hijo de una familia amiga. Para ella fue un golpe durísimo. Lo ha escrito de su puño y letra en una entrada de su blog que sobrecoge y escalofría. Para el hombre que estaba atendiendo, más allá del desempeño profesional, fue todo lo contrario: una bendición en sus últimos momentos. El extra de amor, de compasión, de protección y de consuelo que no es capaz de dar más que un amigo o un familiar. 

Pero, incluso con ese consuelo que Nonide se ha esforzado en transmitir también a los verdaderos familiares de Juan Fombona, quedaba mucho dolor y mucho estupor por delante. Fueron creciendo cuando se empezó a tener -muy pronto ya- la certeza de que los restos del automóvil dispersos por el impacto y los indicios sembrados en el lugar del atropello forzaban a pensar en la autoría de alguien cercano, muy cercano. Mientras las investigaciones policiales descifraban lo que tenían que decir las cámaras de seguridad de una zona de Gijón erizada de ellas y vigilaban los talleres de reparación por si el propietario del automóvil daba señales de ser más considerado con su coche que con su víctima, las certezas empezaban a cuajar en silencio. Un silencio análogo al que guardaba, muy cerca de todo ese dolor, el amigo de Fombona que, según han contado algunos allegados a ambos, excusó su presencia en el funeral que el lunes se celebraba en San Julián de Somió, apenas a unos metros del lugar donde ya reposaban un ramo y unos cirios y donde sigue habiendo flores.

La detención de Álvaro A. S. se produjo prácticamente a la misma hora del funeral, casi puerta con puerta con el domicilio de los Fombona en Fojanes. Solo por unos metros no se podía decir con propiedad que la cosa quedaba en casa; por lo que respecta a los afectos y a la cercanía, desgraciadamente sí. No es de extrañar que casi nadie quisiera hablar demasiado ayer en este rincón de Somió del asunto, o que la gente despachase al preguntón con vaguedades. A nadie le gusta entrar en asuntos que son de familia, o casi. De dos familias que, como un vecino comentaba, «quedaron destrozadas» a la vez que el cuerpo de Juan Fombona y una amistad de toda la vida.