Pollo a diario y, callos, de pascuas en ramos: qué carne y cuánta hay que comer a la semana

COCINA SALUDABLE · Exclusivo suscriptores

Francia alertaba la pasada semana sobre el perjuicio de comer más de 150 gramos de embutido

18 jul 2022 . Actualizado a las 14:16 h.

Hace unos días, la presidenta de la Fundación Española de Nutrición (FEN), Rosaura Leis, invitaba a los gallegos a aumentar su consumo de pescado. El consejo llegaba después de que un informe revelase que, aunque superamos la media nacional, en la comunidad cuesta alcanzar los objetivos marcados por los expertos, que indican que una ingesta adecuada de pescado blanco y azul requiere al menos tres raciones a la semana.

La dieta atlántica, sello de identidad de la esquina noroeste peninsular, ahonda en la importancia de lanzarse a la proteína procedente del mar. Sin embargo, en muchos hogares, los antojos carnívoros ganan la batalla y se llevan parte del protagonismo de los menús.

La carne, últimamente demonizada por diferentes sectores, puede tener perfectamente un peso relevante en una dieta saludable. Por eso, ahora que Francia recomienda tomar menos de 150 gramos a la semana de embutido para evitar el riesgo de cáncer colorrectal, es bueno separar el grano de la paja. O lo que es lo mismo: saber qué productos pueden formar parte del grueso de platos, y cuáles deben dejarse para ocasiones especiales. Lo explican Almudena Seijido y Uxía Rodríguez, miembros del Colexio Oficial de Dietistas-Nutricionistas de Galicia (Codinugal).

Para empezar, recuerda que Galicia consume más carne que el resto del conjunto del país —unos 52 kilos por persona y año, tomando 46 kilos de media el resto de españoles; y recomendando la OMS solo 21 kilos anuales por individuo—. Pero lo hace, fundamentalmente, a base de carnes magras. Las procesadas protagonizan momentos más esporádicos, y todo esto está relativamente bien. «Desde el punto de vista nutricional, en nuestro día a día deberían predominar las carnes blancas, donde vamos a incluir el pollo, el pavo y el conejo. Luego tenemos las carnes rojas, como el cerdo y la ternera, cuyo consumo debe ser menor porque hay que tener en cuenta que presentan más contenido graso. Lo mismo ocurre con los embutidos. En último lugar tenemos la casquería, que sí que tiene que tener un consumo puntual porque principalmente son productos grasos que van a repercutir en el perfil lipídico [un examen de sangre para evaluar el riesgo de desarrollar una enfermedad cardiovascular]».

En cualquier caso, las expertas invitan a elaborar los productos cárnicos a la plancha, al horno, cocidos o al vapor. «Además de evitar preparaciones a fuego directo y altas temperaturas, como rebozar y freír, en verano tenemos que ser precavidos con las barbacoas y estar pendientes de que la carne no se queme, pues pueden aparecer las aminas aromáticas policíclicas, que son sustancias nocivas para la salud».

Este tipo de leguminosas, además de ser especialmente nutritivas, compensan su consumo por la parte económica. Un kilo de garbanzos no supera los 3 euros. En verano la especialista recomienda preparar ensaladas con alubias, lentejas o guisantes. Para el invierno menciona los guisos. El aporte graso de morcilla o chorizo se puede sustituir por especias como el pimentón ahumado.

¿Son recomendables los productos que imitan la carne para reducir el consumo de esta proteína?

«Dentro de los productos vegetales que imitan la carne hay, como en todo, diferentes calidades. La soja texturizada es una buena alternativa, mientras que el seitán a nivel nutricional no tiene apenas interés. En cualquier caso, combinar días en los que comemos carne con otros en los que tiramos de formatos que copian la carne es una forma de reducir el consumo abusivo de algunos platos que se está haciendo. Esto sin olvidarnos de aquellos que son más clásicos en su alimentación, que pueden optar por las legumbres, que ofrecen un gran aporte proteico», terminan.