Esta ciudad que se despereza despacio mientras las elevaciones de la ría parecen un diplodocus dormido a punto de levantarse en busca de pitanza, y las algas huelen a nuevo, como aquellos helechos arborescentes que dicen que llenaban la Tierra antes del «Homo sapiens»
La luz natural es un exceso ya instaurado que no sé quién paga, pero tiene pinta de ser una de esas rondas sin fin a las que estamos deseando volver cuando nos suelten la correa los del BOE
Mientras aguardamos para regresar al mar, podemos escuchar una de las músicas más prodigiosas que estos días se interpretan en A Coruña. A eso de las ocho de la tarde, a los aplausos de la ciudad se suma el sonido de todos los barcos atracados en los muelles